Después de las elecciones del 20 de diciembre nadie pensaba en llamarle, pero en las cinco semanas transcurridas la figura de Albert Rivera no ha hecho más que crecer. El líder centrista ha vuelto a demostrar que cuando mayor es la tempestad, mejor sabe mantener el rumbo de navegación. Su carrera es la de alguien que, según propia confesión, estuvo en la UCI política, razón de más para que no le atemoricen reveses mucho menores, como el de bajar desde la segunda plaza virtual que le otorgaban muchos sondeos en otoño a la cuarta en la que le colocaron los electores. Rivera tiene claro cuál es el veredicto de las urnas, como manifiesta en una entrevista publicada esta domingo en El Mundo: "Pasar del bipartidismo decadente a Borgen en un cuarto de hora me parece bastante complicado".
A partir de ahí, y dejando claro, como ha hecho esta semana, que no descarta que el Rey le proponga como candidato como tampoco descarta "ir a la Luna", el presidente de Ciudadanos llega este lunes al Palacio de La Zarzuela como la gran esperanza para evitar una adelanto electoral. Algo que no se corresponde con sus casi estériles cuarenta diputados pero sí con su habilidad negociadora y su visión de la jugada. La que pudo demostrar en la negociación de la mesa, consiguiendo dos de los nueve puestos, por encima de su representación, y el hito histórico de que el presidente de la cámara baja, tercera autoridad del Estado, no fuese del partido mayoritario.
Esa labor de puente entre los dos grandes (y viejos) partidos, posible en quien sustenta gobiernos de uno y otro color, como ocurre en Andalucía y Madrid, es la que pretende ejercer ahora con negociaciones que, según confirmaba esta semana el portavoz parlamentario centrista, Juan Carlos Girauta, se harán de manera "paralela". Es decir, que habrá una mesa con el PP y otra con el PSOE, dado que los socialistas han rechazado, como se quejan los populares, la interlocución con el partido ganador de los comicios.
A ambos se les pedirá lo mismo: un pacto que defienda la unidad de España frente a la amenaza secesionista en Cataluña, pero que al mismo tiempo lleve a cabo reformas profundas de nuestro sistema político, empezando por el de la Ley Electoral, que Rivera fija ya como irrenunciable. Todo desde la perspectiva de una legislatura "excepcional" como ha afirmado el líder centrista, muy probablemente con un tiempo tasado, inferior a los cuatro años.
Quitar a Rajoy para "limpiar la casa"
Pese a que lo mismo se pedirá a PP y PSOE para respaldar, con la abstención o con un sí, un Gobierno de concentración, los acontecimientos de las últimas semanas han llevado a Ciudadanos a elevar la voz con una exigencia que atañe sólo a los populares, la de la renuncia de Mariano Rajoy. El PP tiene que "hacer limpieza" como ha señalado este domingo el vicesecretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, en la senda de lo repetido los últimos días por Girauta y el propio Rivera.
El estallido de la trama de corrupción en Valencia invalida la vía de comunicación que pocas horas antes de la redada contra cargos populares establecía el líder de Ciudadanos con una llamada telefónica a Rajoy el pasado lunes por la noche. Aunque lo cierto es que poco antes de las actuaciones policiales, fuentes de Ciudadanos ya advertían: "Que nadie se equivoque, Albert le va a decir a Rajoy si está dispuesto a comparecer en una comisión de investigación sobre corrupción, si no, no habrá acuerdo". Una petición que para los integrantes del equipo negociador será mucho más fácil de plantear a los lugartenientes del líder popular, sin tener que mirar a los ojos a Rajoy.
La posibilidad de excluir a Rajoy para facilitar el acuerdo estará, sin duda, en la conversación entre Felipe VI y Rivera, que se producirá inmediatamente antes de la entrevista del monarca con Pablo Iglesias y a veinticuatro horas de que Pedro Sánchez y el presiente del Gobierno en funciones desfilen por el Palacio de la Zarzuela.