Más de ocho horas de negociación con un final "triste" para unos y "satisfactorio" para otros. Carreras, gritos y mucha discusión. Así se puede resumir la tensa jornada de negociaciones que se vivió este martes entre Podemos y sus confluencias en la sala Argüelles de la primera planta del Congreso de los Diputados.
Las conversaciones comenzaron antes del mediodía con una premisa que parecía clara: intentar formar cuatro grupos diferentes, y cuando los rechazaran, acordar un plan B. Pero los dirigentes de Podemos ya barajaban la opción más favorable para ellos: un grupo único con Pablo Iglesias como presidente.
Conforme fueron pasando las horas el ambiente se fue tensando, en la primera planta del Congreso se sucedían las carreras, los primeros desacuerdos y, también, los primeros gritos.
El motivo: Pablo Iglesias ponía sobre la mesa un cambio de rumbo, que él ya tenía más que pensado: el de un grupo único con subgrupos, con él como único líder.
Y ahí comenzaron las verdaderas tensiones. Mientras que los dirigentes de las confluencias catalana y gallega aceptaban entrar en el grupo de Iglesias, los valencianos no se mostraron dispuestos.
Los de Valencia habían adelantado que sus 9 diputados, 5 de Podemos y 4 de Compromís, intentarían formar un grupo propio "pasara lo que pasara".
Pero, pasadas las siete de la tarde, una hora antes de que se cerrara el plazo para inscribir a estos grupos, los 5 de Podemos plantaban a los de Compromís, se unían a la propuesta de Iglesias y se saltaban así el acuerdo al que habían llegado el día que se conformó esa confluencia.
Así las cosas, no hubo nada más que discutir: los de Podemos y sus socios se irían por un lado, y los cuatro de Compromís, por ahora, por otro.