El expresidente de la Generalidad, Artur Mas ha renunciado este miércoles al acta de diputado del Parlamento catalán por Junts pel Sí, después de haber renunciado también a presidir de nuevo el Ejecutivo catalán en favor de Carles Puigdemont.
Mas ha entregado la renuncia este mismo miércoles en la cámara catalana, un día después de que Puigdemont tomara posesión del cargo, ha informado el Gobierno catalán en un comunicado.
En la rueda de prensa del sábado en la que anunció que retiraba su candidatura a la Presidencia para desencallar el acuerdo entre JxSí y la CUP, Mas aseguró que todavía no había pensado si abandonaría su escaño como diputado electo.
Razones tras la decisión
Mas no esperaba ni deseaba formar parte del gobierno de Puigdemont, y se especula con las funciones que tendrá a partir de ahora.
Lo más probable es que se dedique a una función no muy concreta de "difusión internacional" del "proceso", para lo que sus privilegios como expresidente -a los que sólo accede una vez que abandona su acta de diputado- le podrían ser bastante útiles: contará con un equipo de trabajo, con oficina, coche oficial y una nada despreciable dotación económica de cerca de medio millón de euros al año.
Por otro lado, está la faceta legal de la cuestión: Artur Mas está imputado por la celebración de la consulta ilegal del 9-N, de hecho, durante su declaración ante el tribunal asumió "toda la responsabilidad política" por la organización del referéndum. En este momento y, dada su condición de aforado -y la de otras implicadas como Irene Rigau y Joana Ortega-, la causa se dirimía en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, pero ahora ninguno de los tres gozará de ese privilegio, por lo que la causa volvería a los tribunales ordinarios, lo que aún dilataría más la tramitación.
Otra razón, que no excluye a ninguna de los anteriores, es que Mas se enfrenta ahora a un formidable reto para el que necesita tener las manos lo más libres posible: la reconstrucción de CDC, un partido que en este momento está en sus horas más bajas y que, de hecho, ha evitado in extremis una convocatoria electoral que podría haber resultado catastrófica.