La Candidatura d'Unitat Popular, CUP, ha manifestado este jueves su posición respecto a la investidura del candidato de Junts pel Sí. Si Artur Mas quiere ser presidente de la Generalidad antes deberá dar pasos inequívocos en contra del Estado español: en primer lugar desobedecer la ley de eduación del ex ministro Wert y en segundo término pasar también del resto de leyes estatales que impiden al "pueblo catalán" desarrollar su personalidad.
La CUP ha fijado sus líneas rojas y en ellas no aparece el nombre de Artur Mas. El líder convergente no es un obstáculo siempre que se sume a las reivindicaciones de la CUP, que en síntesis consisten en romper con el estado español y desobedecer a sus órganos institucionales. Mas ya lo ha hecho, pero el partido ultraizquierdista y asambleario exige al presidente de la Generalidad en funciones que dé un paso más, una vuelta de tuerca irreversible, que haga una declaración institucional que no dé margen a una negociación sino a la ruptura pura y dura. Quieren que Mas se emplace fuera de la ley pero de manera fija y constante, que haga "gestos de ruptura irreversibles", que se sitúe fuera del sistema. Entonces le darán su apoyo.
Los demiurgos y asesores de la CUP no se fían de Mas y sospechan de que tanto el líder de CDC como el de ERC, Oriol Junqueras, pretenden negociar con el Estado para conseguir una financiación autonómica a la vasca y un reconocimiento especial en una hipotética reforma constitucional. Nada que ver con un estado independiente se escandalizan en sus asambleas. Las intenciones de Mas y los acuerdos de éste con Junqueras no les valen de nada. Buscan la ruptura total con España y que Mas dé la cara en esa "última" fase del proceso. Sólo les vale eso y no están dispuestos a dar a "Juntos por el sí" una carta blanca para negociar con el Gobierno de Rajoy o con el que salga después del 20-D.
De hecho, lo que más preocupa a los rostros más visibles de la CUP es que tras las elecciones generales se genere un arco parlamentario en España capaz de discutir, debatir y deshacer el independentismo catalán con un nuevo pacto, sea de Estado o de legislatura. Por eso pretenden conducir a Juntos por el Sí a un escenario en el que la elección de Mas suponga una quiebra radical de las relaciones entre Cataluña y el resto de España. La independencia pura y dura. Así lo han expresado este jueves, casi dos semanas después del 27-S.
En la CUP hay, a grandes trazos, tres posiciones. La mayor parte pretende que Mas dé un paso atrás y acepte nombrar una presidenta independiente. Hay un segundo grupo que acepta que Mas se convierta en un presidente de paja con un "conseller en cap" (jefe) que lidere el camino hacia la independencia. El grupo minoritario está dispuesto a que se convoquen unas nuevas elecciones entre febrero y marzo del año que viene si ERC, la formación que ampara a Mas, no da su brazo a torcer.
El mango de la sartén está en manos de la CUP y la formación antisistema pretende jugar sus bazas durante las próximas semanas, salvo que Mas acepte de primeras sus leoninas condiciones. Hasta la primera semana de noviembre hay tiempo para acordar el nombre del presidente, simbólico o ejecutivo, que active la desconexión con España. A ERC le parece adecuado el planteamiento de la CUP, pero pretende que Convergencia y Mas acepten el apaño de grado.