Son dos formas muy diferentes de entender la responsabilidad en el desempeño de un cargo público. Por un lado está el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que ha decidido pasar todo el verano trabajando consciente de que llegó al cargó hace menos de dos meses y de que preside la región más próspera y pujante de España, una posición que quiere mantener y, si es posible, mejorar.
En el otro lado se sitúa la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que ha optado por tomarse unas opulentas vacaciones a pesar de su reciente nombramiento para dirigir el Ayuntamiento más importante de nuestro país. Dejando de lado los casi 4.000 euros que paga por la villa que ha alquilado en las playas gaditanas, de lo que ya se informa en estas páginas, no parece presentable que Carmena decida descansar cuando apenas lleva dos meses en el cargo y con la cantidad de asuntos que afectan al Ayuntamiento de la capital de España.
Un descanso que, además, se nos antoja poco necesario a la vista de la falta de actividad mostrada por su gobierno durante este tiempo en el que ha estado dedicado fundamentalmente a la defensa y protección de los ocupas de edificios de la ciudad, a la creación de una página web para fiscalizar a los medios de comunicación o a excusar los numerosos y graves escándalos en los que han incurrido varios de sus concejales.
En su día se criticó y con razón, la famosa escapada de Ana Botella a un hotel portugués en plena crisis del Madrid Arena, y con el mismo motivo hay que censurar ahora la falta de responsabilidad de una alcaldesa que decide irse de vacaciones -lujos aparte- tan sólo dos meses después de acceder al cargo.