A dos semanas de la que debe ser la última sesión de la décima legislatura autonómica catalana, el 22 de julio, los partidos separatistas han constatado su falta de acuerdo para aprobar una ley electoral propia, por lo que las elecciones que interpretan como un referéndum de secesión se llevarán a cabo bajo la Ley Orgánica de Régimen Electoral de 1985. Una ley electoral autonómica, que ya estaba prevista en el Estatuto del 79, formaba parte de la "hoja de ruta" del presidente de la Generalidad, Artur Mas, de cara a las elecciones previstas para el 27 de septiembre.
A estas alturas, a poco más de dos meses y medio para los comicios, Mas tampoco sabe aún bajo qué siglas se presentará y cuál será la composición de su candidatura. En los últimos días ha cobrado fuerza la tesis de una lista separatista única sin políticos, con representantes de las organizaciones tras las que se ha parapetado el "proceso", tales como la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural.
El líder de ERC, Oriol Junqueras, ha retado a Mas a que acepte esa fórmula, lo que para Convergència equivale al suicidio político. De concretarse la propuesta, los líderes y políticos de CDC y ERC quedarían al margen de la candidatura, que podría estar encabezada por el "comisionado para la Transición Nacional", Carles Viver Pi-Sunyer, Muriel Casals, presidenta de Òmnium, o el presidente del "Pacto Nacional por el derecho a decidir", Joan Rigol, que se ha dado de baja de Unió tras quebrarse la federación CiU.
Mas, al menos en apariencia, está dispuesto a dar un paso al lado en favor de una candidatura que muestre la unidad de los "soberanistas". En caso de que ganaran las elecciones, Mas no podría ser presidente de la Generalidad, pero sí podría ser "consejero jefe", cargo que ya ocupó cuando ejercía de delfín de Pujol.
De todos modos, fuentes de Convergència afirman que finalmente no habrá dicha candidatura, que CDC se presentará, con otro nombre y encabezada por Mas, en las próximas elecciones. Ya se trabaja en la campaña electoral, por lo que se considera que el debate con las organizaciones "cívicas" sólo es un gesto de cara a la galería, una cortina de humo para intentar dejar a Junqueras como el elemento que impide la unidad separatista.
La crisis en el separatismo coincide además con la bajada demoscópica de sus expectativas. Mas y Junqueras temen que una lista de Podemos, con la monja Forcades al frente o con otro candidato, pueda lograr los mismos resultados que Colau en Barcelona, una victoria pírrica que desbarataría los planes de Mas y otorgaría las riendas del "proceso" a una mezcolanza de formaciones de izquierda que en vez del "derecho a decidir" hablan de "autodeterminación".
Mas ha fracasado en su intento de liderar un bloque común con ERC, que no quiere asociar sus siglas con las de un partido en quiebra, con las sedes embargadas, en pleno divorcio de sus socios tradicionales. Tampoco parece estar teniendo mucho éxito a la hora de ganar adhesiones para su proyecto electoral.