El día a día de un candidato "unionista" -apodo despectivo con el que el nacionalismo mediático se refiere los partidos y políticos constitucionales- en Cataluña no está exento de desagradables sorpresas. Forma parte de paisaje y ni siquiera es motivo de condena de aliño el que las sedes del PP y Ciudadanos aparezcan con los cristales rotos día tras día o que se marquen los domicilios de los alcaldables. Es lo que le ha ocurrido, por ejemplo, al del PP en Mataró, José Manuel López, cuyo portal amaneció el jueves con la pintada "Fora feixistes" y las siglas PP dentro de una diana.
No es fácil en algunas localidades ser del PP o de Ciudadanos. El fusilamiento simulado de Jaime Gelada, concejal del PP en Cardedeu, las amenazas a dirigentes populares o de Ciudadanos, incluso a socialistas, son una constante, como constante es el silencio oficial y el de los medios "catalanistas", que se empeñan en subrayar el carácter "pacífico" y "cívico" del movimiento independentista.
La campaña no ha hecho más que comenzar y de momento no se han registrado incidentes de importancia, pero mientras los partidos nacionalistas y las marcas municipales de Podemos pueden hacer actos sin limitaciones ni preocupaciones sobre su seguridad, PP y Ciudadanos parten con la notoria desventaja de que en ocasiones es mejor no difundir demasiado sus convocatorias para evitar males mayores como "escraches" de "okupas", de separatistas o de ambas cosas a la vez.