Quizá la obra más conocida del pintor manierista Santi di Tito (1536-1603) sea el famoso retrato del, entre otras cosas -ya saben, el Renacimiento...-, filósofo político y escritor Nicolás de Maquiavelo, en el que aparece representado con una enigmática sonrisa cuasi giocondesca.
Según el profesor de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco Carmelo Moreno, el italiano fue uno de los primeros autores que vinculó la política con el humor, entendiendo este -dentro de la materia- como aquel estado de ánimo que "emerge como la forma de comunicación más apropiada para integrar las incongruencias y no sucumbir ante ellas".
En la España contemporánea, el humor que orbita en torno a la política tiene más que ver con el "reírse de" que con el "reírse con". Nuestros representantes públicos se lo han ganado a pulso. El esperpento es tan abundante como la descendencia que Yaveh prometió a Abraham. Por eso, para no emular a D'Alembert y a Diderot con una enciclopedia sobre el ridículo de nuestros políticos, nos vamos a centrar, exclusivamente, en un par de personajes ficticios -y fallidos- creados por los líderes de los dos partidos con mayor representación parlamentaria -hasta el momento: por un lado, la niña de Rajoy; por otro, Juana, la limpiadora ubicua de Pedro Sánchez.
La fiebre de las niñas
Antes que nada, conviene hacer un -no excesivamente lejano- viaje espacio-temporal. Nos situamos en EEUU, en la campaña electoral de las primarias de 2004. El candidato demócrata John Edwards hizo hincapié en sus discursos -como el de la Convención Nacional Demócrata, del 28 de julio- en el futuro que quería para los niños de América, centrándose, sobre todo, en materias de Educación y Economía. En algunas intervenciones, personificó todos sus deseos en una niña.
Dos años después, Felipe Calderón, en la campaña que le llevó a la presidencia de México, volvió a utilizar el argumento infantil: "Yo me imagino un México justo, donde las niñas y los niños indígenas tienen la misma oportunidad de estudiar y de salir adelante".
Y en 2008, durante la campaña presidencial de Barack Obama, el por entonces Senador junior de Illinois presentó en sus discursos a Ashley Baia, una joven -real- de 23 años. Cuando esta tenía nueve años, su madre enfermó de cáncer, fue despedida del trabajo y, tras declararse en bancarrota, la muchacha le dijo a su madre que la comida que más le gustaba eran los sandwiches con mostaza y condimentos, para ahorrar dinero en bancarrota. Según apunta la doctora y profesora de Teoría de la Comunicación Paula Requeijo, con esta anécdota, Obama trataba de conseguir "que la audiencia apoye uno de los principales temas de su campaña: la reforma sanitaria".
Además, en la misma campaña, el actual presidente estadounidense también se refirió a una cría imaginaria: "Si esa niña tiene la oportunidad de viajar por el mundo y alguien le preguntara de dónde es, creemos que siempre debería ser capaz de mantener su cabeza alta con orgullo en su voz cuando responda: soy americana".
La niña de Rajoy
El 25 de febrero de 2008, el periodista Manuel Campo Vidal moderaba el primer debate que enfrentaba a los candidatos a La Moncloa del PSOE y del PP: José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. En su intervención final, el líder popular aludió a una niña imaginaria que, en su opinión, encarnaba "la vida misma". El vídeo es el siguiente:
La niña se convirtió en el blanco de numerosas bromas y críticas políticas: comentarios en redes sociales, caricaturas en manifestaciones, gags en programas de televisión, artículos, editoriales... El propio Rajoy se encargaba de echar leña al fuego cuando, en un reportaje de Antena 3 para homenajear a Los Simpson, afirmaba que "Lisa podía ser la niña de Rajoy" -cabe recordar que Lisa es el miembro más progre de la eterna familia amarilla.
Sánchez, "un actor malo"
De los creadores de la niña de Rajoy, ratatatá, llega ¡Juana la ubicua!
Dejemos a un lado la emoción circense: el pasado domingo, El Objetivo de Ana Pastor demostró cómo el actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, repetía en sus mítines la historia de una tal Juana: cordobesa, alicantina o canaria, limpiadora en un hotel o en un colegio, según le diera al líder socialista.
Así, o Juana tiene más identidades que Mortadelo, o Pedro Sánchez padece un problema de memoria, o, simplemente, la de Juana es una ficción mala, floja y dramática. Como una película vespertina de Antena 3.
Comparamos con Requeijo el relato de la niña de Rajoy con el de la limpiadora de Sánchez: "En el caso de Pedro Sánchez el daño es mayor que en el de Rajoy. Al emplear una anécdota, además de pretender que el público recordara lo expuesto buscaba ganarse la credibilidad del público". "La anécdota se vive en primera persona, es algo que se experimenta; por tanto, ¿cómo puede Pedro Sánchez confundir el nombre y la profesión de la persona que protagoniza su anécdota? Supuestamente, si el político habla de esa persona es porque su experiencia le ha impresionado vivamente y empatiza con ella", añade.
En definitiva, según Requeijo, el resultado es que "en lugar de acercarle a su audiencia y mostrar su sensibilidad, esta anécdota chapucera e inventada le aleja de ella y muestra que es, ya no un actor profesional sino uno malo. Por otro lado, también muestra una clara falta de respeto hacia el público".
NOTA: Tal y como apunta el Catedrático Felicísimo Valbuena, la comunicación de Pedro Sánchez es "un problema, porque en el PSOE hay un referente muy claro de triunfador. Felipe González. Él escogió al mejor que había entonces y al mejor de los que después hemos conocido: Julio Feo". Más información al respecto, en este artículo suyo.