Sevilla lució esta noche sus mejores galas para la Madrugá. Ni el sofocante calor de estos días ni el hecho de que desde el pasado domingo todas y cada una de las hermandades hayan realizado su estación de penitencia esta Semana Santa han quitado las ganas de Madrugá al público, que ha tomado literalmente las calles del centro, con un repunte de asistencia respecto a los últimos años, informa Efe.
La única lluvia que se esperaba esta noche era la de las "petalás" que han jalonado los trayectos de la Virgen de la Macarena y de la Esperanza de Triana, las dos "reinas" de la noche más larga de Sevilla, a las que sus fieles cantan y jalean durante sus extensos recorridos, especialmente cerca de sus barrios.
Seis cofradías, muchas de ellas con más de mil nazarenos -La Macarena supera los 3.000 y el Gran Poder alcanza los 2.300- coinciden en el centro histórico en muy pocas horas, por lo que en algún momento atascos puntuales han provocado que éstos hayan tenido que procesionar al menos de tres en tres para recuperar el tiempo.
Aunque este año se manejó la posibilidad de introducir cambios en horarios y recorridos de las cofradías para optimizar su paso, finalmente por motivos de seguridad todo ha quedado tal y como estaba, con la única variación realizada sobre la marcha del trayecto de vuelta de la Macarena para evitar un escape de gas que se estaba reparando en el primer tramo de la calle Feria.
Cinco minutos antes de la una de la madrugada el palio de la Macarena, todavía en el atrio de su basílica, era recibido por la primera saeta de la noche, interpretada por Paquita Gómez, junto a la que se encontraba en un balcón el ministro de Justicia, Rafael Catalá, que ha escuchado también de primera mano los gritos de "guapa" con los que celebran los vecinos su salida.
Tras ella llegó el contraste de dos de las hermandades más sobrias de la noche: el Gran Poder, cuya talla de Jesús con la cruz al hombro -realizada por Juan de Mesa en 1620- ha realizado en siete horas su recorrido y ha vuelto ya con las primeras luces del día, y El Silencio, con su nazareno recogido en la iglesia de San Antonio Abad desde poco antes de las seis.
Después de la salida de ambas de sus templos a la una de la madrugada, las miradas se volvieron hacia Triana, con una calle Pureza en la que no cabía un alfiler desde horas antes y en la que el Santísimo Cristo de las Tres Caídas primero y Nuestra Señora de la Esperanza después desataron la locura entre sus fieles.
La siguiente en poner sus imágenes en la calle fue Los Gitanos, con la Virgen de las Angustias luciendo un manto donado por la fallecida duquesa de Alba y que se detuvo para realizar un saludo a su paso por la que fuera su residencia, el Palacio de las Dueñas, cercano al Santuario de la Salud en el que está la sede de la hermandad y donde reposan las cenizas de la duquesa.
La última en salir fue la de recorrido más corto, El Calvario, que empleó algo más de cuatro horas en regresar a su parroquia de la Magdalena poco antes de las ocho.
El otro incidente que se produjo a lo largo de la noche ha sido la alarma puntual provocada por unos jóvenes que huían corriendo de una intervención policial en la plaza de la Encarnación, algo que el Ayuntamiento calificó rápidamente de hecho "aislado" y tras lo cual todo volvió a desarrollarse en calma.
El término del trayecto por la "carrera oficial" -el recorrido que comparten todas las cofradías en su camino hacia la Catedral para completar su estación de penitencia- deja paso a que cada hermandad disfrute, ya sin rigidez de horarios, de la procesión de sus imágenes camino de sus barrios, donde algunas se recogen ya a primera hora de la tarde.
Un herido por quemaduras
Un trabajador, de 27 años y que se encontraba reparando una farola en el centro de Sevilla durante la madrugada de este viernes, ha resultado herido por quemaduras.
Fuentes del servicio coordinado de Emergencias del 112 en Andalucía han informado a Europa Press de que el suceso ha tenido lugar a las 2,36 horas, enfrente de la capilla de Monte-Sión, cuando el hombre ha resultado herido por quemaduras en la cara y los brazos tras un fogonazo mientras cambiaba unos fusibles de la citada farola.