Andalucía era el primer laboratorio para comprobar si el bipartidismo soportaba la irrupción de nuevos partidos. Y aunque el titular se lo han llevado Susana Díaz, que resiste, y el PP, que se hunde, tanto Podemos como Ciudadanos han logrado resultados espectaculares. Ambos entran en el Parlamento andaluz con grupo propio, desplazan al socio natural del PSOE, Izquierda Unida, y se convierten en piezas clave del nuevo escenario político en la región. Pero hay matices.
Las lecturas son diferentes según se trate de uno u otro partido. Podemos logra 15 escaños con un 15% de los votos, un resultado excelente pero inferiores a lo que auguraban las encuestas y, sobre todo, de las expectativas del partido. Varios sondeos llegaron a apuntar más de 20 escaños y desde Podemos vaticinaron hasta 25 diputados. Los 15 se quedan muy por debajo y no logran arrancar votos al PSOE. Su resultado se beneficia fundamentalmente de la debacle de Izquierda Unida, que se queda en tan sólo 5 escaños (6,9%) frente a los 12 de los anteriores comicios y pasa a convertirse en una fuerza política irrelevante.
La situación de Ciudadanos es la contraria: el auge que adelantaron las últimas encuestas en la recta final de la campaña -llegaron a vaticinar doce escaños- se ha hecho casi realidad en los comicios, con un resultado de nueve escaños que eclipsa los resultados del partido de Pablo Iglesias. La formación de Albert Rivera también se convierte en un actor fundamental en Andalucía y sus resultados parecen un adelanto de lo que pueden lograr en las generales y de lo que estos votos pueden suponer para el PP a nivel nacional, el principal perjudicado por lo ocurrido este domingo.
El clima en el partido es de euforia y los escaños logrados parecen situarlo como una alternativa real a Podemos para el votante que quiera dar la espalda a los partidos tradicionales.