La primera llamada de Pedro Sánchez a Tomás Gómez fue hace dos meses, cuando salió a la luz la operación Púnica. Según cuentan fuentes de la dirección federal a Libertad Digital, Sánchez le pidió explicaciones y éste negó responsabilidad alguna. Lo mismo que, durante este periodo ha hecho con todas las informaciones relativas a la gestión del tranvía de Parla. Sin embargo, no fue hasta el lunes por la noche cuando Ferraz le pidió al líder madrileño que abandonase su candidatura.
Se le dieron varias opciones para negociar su salida pero Gómez se negó en rotundo. Su entorno denunció presiones y al día siguiente, en el desayuno informativo del candidato a la alcaldía, Antonio Miguel Carmona, reconoció en privado haber pasado "uno de los días más difíciles de su vida política". De ahí, el capote de su 'amigo' Carmona, abrasándose ambas manos tras poner "no una, sino las dos en el fuego por Tomás Gómez".
Gesto que agradeció el susodicho al término de un evento donde Pedro Sánchez evitaba hacerse la foto con él, ante la mirada de la prensa que sí retrataba otras dos fotos con los díscolos comensales de Pablo Iglesias, José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono. "¿Asegura usted que será el líder del PSM la próximo legislatura?", le preguntaba a Gómez LD. Se quedaba en blanco. "¿Tiene usted alguna du..." No terminaba esa frase y tiraba de tópicos: "Voy a ser el presidente de la comunidad de Madrid".
Desde ese martes, los intentos de la dirección por sentarse a negociar iban in crescendo, pero sin éxito. "Le ofrecimos varias opciones para negociar su salida", explican estas fuentes, "pero apeló a sus genitales: 'por mis cojones que no me voy'". Enrocamiento que llega al punto de dar plantón dos veces esta semana a la dirección. El miércoles mismo "le esperaba Pedro Sánchez y no acudió". Sánchez descolgó el teléfono, "le pidió de nuevo a Gómez que se fuera y Gómez dijo que no".
Tensión creciente con la que se entiende la puesta en escena de quien todavía se considera el líder del PSM, o las pullas de César Luena a su colega de dirección, Antonio Hernando, recordándole que "el secretario de Organización soy yo", por haber descartado éste el martes por la mañana que estuvieran buscando otro candidato alternativo en Madrid. "No. Lo descarto", dijo. Y era verdad porque no lo hacía él sino Luena y Pedro Sánchez.
Aunque al margen del órdago de Tomás y su rebelión contra la dirección, la decisión del propio Sánchez sí está en entredicho. No por la militancia sino por su propia dirección y por barones no menores en el PSOE. Críticas que ayer se manifestaron en Ferraz con palabras y con silencios.
Entre los primeros: Carmen Chacón, Pedro Zerolo, con el corazón partío por su pertenencia a la Ejecutiva federal y a la madrileña, y la secretaria ejecutiva de Inmigración, Eva Matarín, criticaron las formas excesivas de la medida adoptada a puerta cerrada en la Comisión Permanente.
Pero más significativo aún el silencio andaluz. No sólo el de la presidenta, Susana Díaz, sino el de sus hombres de confianza en Madrid. La presidenta del PSOE, Micaela Navarro, y el secretario de Política Federal, Antonio Pradas, ni siquiera acudieron a la reunión de la dirección. Tampoco otros susanistas como el valenciano Ximo Puig. Silencio también de la significativa mayoría de los barones del PSOE. Mientras unos pocos alaban que "se ha atrevido a hacer lo que no se atrevió Rubalcaba", son muchos más los que, en privado, y sólo en privado, reconocen "esta vez Pedro se ha pasado de frenada".