Lluís Martínez Sistach cumplirá 78 años en abril, pero no tiene ninguna intención de facilitar un relevo que tendría que haberse producido hace dos o tres años, puesto que a los 75 es la edad en la que los obispos deben presentar obligatoriamente su renuncia y esperar a que se designe sustituto. Este trámite se suele prolongar como mucho un año y, en casos extremos, año y medio, pero Martínez Sistach lleva camino de pulverizar todas las marcas. Está en forma y ha logrado reorientarse desde las posiciones nacionalistas más descaradas hacia una tibia y confortable neutralidad a la espera de instrucciones de la Santa Sede.
El pasado lunes, 26 de enero, Sistach fue recibido por el papa Francisco y de lo trascendido del encuentro en el círculo del arzobispo, éste habría obtenido una nueva prórroga, a fin de participar en el Sínodo de la Familia del próximo otoño. Así lo explica la web de información religiosa Germinans en una nota titulada "La historia de un arzobispo que no quiere irse". El cardenal Antonio Cañizares fue uno de los nombres que sonó con más fuerza para hacerse cargo de la archidiócesis de Barcelona, según informó La Vanguardia, diario que se jactó de haber reventado con su exclusiva esta "operación" para sustituir a Sistach.
El nombre más mentado después ha sido el del Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, natural de Cretas (Teruel) y catalanoparlante, lo que no ha servido para despejar las reticencias del sector nacionalista de la Iglesia en Cataluña, que prefiere a Sebastiá Taltavull, el obispo auxiliar de Barcelona. Un envío de cartas de "fieles" nacionalistas al Vaticano proponiendo su nombre acabó por convencer al papa Francisco de su no idoneidad.