Dénse la mano, ¿se van a dar la mano?, ¿no se van a dar la mano? ¿y un abrazo?, uy, a ver si va a haber pelusilla. Nada. Pese a las repetidas preguntas de los periodistas –y peticiones de fans-, el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no formalizaron –en público- ese apretón de manos que, al menos, hubiera enmascarado esa tensión que orbita alrededor de ambos líderes socialistas después de que el primero, sin decírselo al segundo, se reuniera con el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.
Rebobinemos. Este jueves, a las 19:30 horas -y con un frío siberiano-, el exministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla presentaba su último ensayo, Seis meses que condujeron al rescate (Ed. Deusto, 2014), en el Ateneo de Madrid. En los alrededores del salón de actos, un sólido bloque de periodistas y cámaras aguardaban esperando al expresidente Zapatero, que acudiría al acto como público, y a Pedro Sánchez, que haría lo propio como co-presentador del libro, junto al exministro popular Josep Piqué.
Se acercaba la hora del arranque y, por ende, se incrementaba el goteo presencial de dirigentes socialistas, como las exministras Beatriz Corredor, Elena Salgado y Cristina Garmendia, o los diputados Juan Moscoso y Pedro Saura. Llegó el autor; pocos minutos después, Piqué. Fueron objeto de algunas fotografías y de ninguna pregunta. En estas, junto a los periodistas se situaron tres personas que se calificaban como "fans". Querían aprovechar la ocasión para retratarse –hacerse un selfie, que se dice ahora- con sus ídolos -¡todavía quedan ídolos socialistas!-. Lamentablemente para ellas, no tardaron en ser separadas de nuestra manada.
Y entonces llegó Zapatero. Los periodistas formamos una muralla humana en torno a él y le preguntamos por su reunión con Pablo Iglesias y por las reacciones que ha suscitado en su partido, como la de la responsable de Empleo, Luz Rodríguez, quien calificó el encuentro como "inadecuado" e "inoportuno". Sonriente, el expresidente afirmaba: "Sólo diré que Mari Luz Rodríguez es una persona a la que tengo mucho afecto, a la que quiero mucho, que colaboró en mi Gobierno. Hemos hablado esta mañana y la conversación ha ido muy bien". "En absoluto me han dolido -las palabras de Rodríguez-, por favor", añadía, para después señalar que no cree que el PSOE esté dividido y que habla "muchas veces" con Sánchez. Tras esta última declaración, se refugió en una sala del Ateneo.
Pasaban los minutos, aumentaba el temor de que el secretario general de los socialistas se marcase otro Washington y entonces, apareció. "Hola, ¿cómo estáis?", saludó nervioso, huyendo de los periodistas y sin responder a ninguna cuestión. Refugiado en la misma habitación que Zapatero, los allí presentes nos asomábamos para intentar ver cómo se saludaban. Unas cortinas declararon en vano tal misión.
Con el debido y patriótico retraso llegó la hora de la presentación, los refugiados debían cambiar de guarida y, en este orden, posaron: Zapatero, Sevilla, Sánchez y Piqué. Los periodistas preguntábamos por qué no se saludaban. Insistimos. "¿Un apretón de manos?", "¿no se van a saludar?", etcétera. Y el saludo no llegaba. Zapatero y Sánchez sonreían nerviosos. Una simpatizante se colaba entre los periodistas e intentaba sacar fotos con su móvil en primera línea de combate: "¡Es que soy bajita y no los veo desde atrás!". Terminó el posado y no hubo apretón de manos.
Eso sí, superada la muralla periodística, mientras se dirigían al escenario, Sánchez le ponía la mano en el hombro a Zapatero. Y la señora "bajita", tan amable: "Tened cuidao con los abrigos, a ver si os los van a robar".
Las "gracias" de Sánchez a Zapatero
Durante su intervención en la presentación del libro de Sevilla, Sánchez cargó contra la política del Gobierno de Rajoy y defendió la gestión de la crisis que hizo el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. "En honor a esa memoria, gracias, José Luis", añadió el secretario general de los socialistas, quien recibió el aplauso típico de este tipo de loas públicas.