Alarde separatista en la primera Diada del caso Pujol
Mas clausura la V con otro mensaje "institucional" en el que apela a la "unidad" de los partidos separatistas.
El "Onze de Setembre" reivindicativo y masivo se ha convertido en una tradición que marca el final del verano en Cataluña. Por tercer año consecutivo, la Generalidad, los partidos del bloque separatista, los ayuntamientos nacionalistas, los medios de comunicación, las policías locales, los mandos de los Mossos, Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana (ANC) han colmado sus expectativas. A las fuentes "oficiales" ya no les quedan adjetivos para expresar la magnitud del éxito y los perfiles "cívicos" y "pacíficos" de la movilización, su carácter "familiar" y "festivo". Lo cierto es que la "V" humana ha tenido tramos de prietas las filas y otros en los que hubo que hacer la goma y estirarse.
La consigna era simple, vestir de rojo o amarillo para formar una señera gigantesca ocupando los carriles centrales de la Gran Vía y la Diagonal. A las 17 horas y 14 minutos, en la línea "simbólica" de todos los actos separatistas, se formó la bandera, que no tardó en disolverse, algo antes de lo previsto, que eran las seis de la tarde. El calor y el cansancio de toda una mañana en autocar o dando vueltas por la ciudad debieron hacer mella en los disciplinados manifestantes, que a los pocos minutos comenzaron a adquirir cierta espontaneidad en sus movimientos y rompían filas. El aspecto en las tomas aéreas da cuenta de la impecable uniformidad de los convocados. Barcelona era un tablero de parchís en el que una invasión de fichas clónicas rojas y amarillas hubiera arrasado con las azules y las verdes.
La tradicional guerra de cifras
Según el Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por CiU, un millón ochocientas mil personas participó en el alarde separatista. Según la Delegación el Gobierno, entre 470.000 y 520.000. El año pasado, la cifra de los organizadores fue de un millón y medio. Y de un millón el año anterior. Según un estudio de Sociedad Civil Catalana (SCC), en la cadena humana del año pasado hubo unas ochocientas mil personas. En plena euforia posmanifestación, tanto Mas como Carme Forcadell, la presidenta de la ANC, afirmaron que este 11-S constituye la más grande concentración humana de la historia de Europa.
Al margen de la guerra de cifras, la primera exhibición independentista de esta serie, en 2012, acabó con una convocatoria de elecciones anticipadas. La segunda desembocó en la fecha y la pregunta (doble) del referéndum. Y la de este año culminará con la convocatoria de la consulta del 9-N previa aprobación de una ley autonómica. El presidente de la Generalidad, Artur Mas, ha elegido el próximo 19, un día después del referéndum escocés, para formalizar la convocatoria. A partir de ese momento debería activarse la maquinaria legal del Estado para suspender la consulta, en cuyo caso, Mas puede hacer tres cosas: desobedecer y poner las urnas; acatar y convocar unas autonómicas anticipadas o intentar agotar la legislatura, para lo que ya se ha ofrecido el PSC.
El escenario más previsible
El escenario más previsible, según Ciudadanos y el PP, es que Mas opte por acatar la decisión del Tribunal Constitucional y adelante unas elecciones que, de entrada, le permitirían sortear la comisión de investigación del "caso Pujol". Los demás partidos (a excepción del PSC, que apoyará la ley de consultas, pero no que se convoque la consulta) se niegan a contemplar la hipótesis de unos comicios anticipados. ERC y las CUP abogan por la desobediencia mientras que CiU aboga por una especie de "partido a partido" en versión política y no anticipar acontecimientos.
La presión de los republicanos sobre Mas es máxima, así como la de los portavoces de la ANC y Òmnium Cultural, las entidades que llevan el peso de la movilización callejera. En CiU confían que una victoria del "sí" en Escocia sitúe la cuestión catalana en otra dimensión y fuerce al Gobierno a establecer una negociación. Pero la consulta ya es "innegociable". De hecho, ya lo era en 2012 y constituye la argamasa de grupos tan opuestos como los antisistema de las CUP y los prohombres del sistema pujolista de CiU.
La pretensión de formar una candidatura conjunta de todos estos grupos en unas plebiscitarias, topa con la oposición del líder de ERC, Oriol Junqueras, quien ha puesto como condición que Mas se comprometa a realizar una "Declaración Unilateral de Independencia" el día después de esas elecciones. Sea como fuere, el próximo capítulo del proceso tendrá lugar el próximo lunes, día 15, fecha en la que deben comparecer ante el juez Ruz el primogéntico de Jordi Pujol y Marta Ferrusola, Jordi Pujol Ferrusola, y su ex esposa. El siguiente paso, el vienes 19, fecha en la que Mas firmará el "decreto" de convocatoria del referéndum. Unos días después, aún con la fecha en el aire, comparecerá Pujol en el Parlamento autonómico.
En este contexto, Mas se aferra al exito de convocatoria, el tercero ya, de la ANC para su próximo gesto, que vendrá precedido de un debate de política general en la cámara regional. Nada más acabar la V y tras recibir a sus organizadores, Mas "clausuró" la manifestación con un mensaje "institucional" en el que apeló a la unidad de los partidos pro-consulta. En esa intervención también instó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a dialogar, pero sobre la base de que la consulta se llevará a cabo sí o sí. No obstante, se cuidó de anticipar sus próximos movimientos. La insistencia por parte de Mas en la "unidad" denota las fuertes tensiones en el seno del bloque separatista. Y esas tensiones empezaron a filtrarse a la opinión pública tras la confesión de fraude fiscal continuado de Jordi Pujol i Soley, expresidente de la Generalidad.
Efectos del "caso Pujol"
El "caso Pujol" no habría resentido la capacidad de convocatoria del independentismo, pero ha colocado a Mas en una posición de extrema debilidad, contra las cuerdas y con inciertos horizontes de consecuencias penales. También está muy tocada Convergència, cuya dirección está plagada de algo más que conocidos y saludados de Pujol y los Pujol-Ferrusola. Las investigaciones judiciales y tributarias abarcan los años en los que Mas era el "consejero jefe" de Jordi Pujol y las actividades de Oriol Pujol, el quinto de los siete hijos del matrimonio Pujol-Ferrusola y número dos del partido hasta el pasado 14 de julio, salpican, afectan e implican a la actual dirección.
Cuando todas las encuestas predicen el triunfo de ERC en unas autonómicas, Mas exige a los republicanos una unidad que, entre otros factores, supondría repartir el peso del "caso Pujol" y acatar la decisión del Constitucional a cambio de unas plebiscitarias. El presidente de la Generalidad se reserva una teórica salida, unas anticipadas que serían la única solución ante la falta de acuerdo entre las fuerzas "soberanistas" sobre los pasos a seguir a partir del auto del TC.
En medio de todas estas deliberaciones, la manifestación de la "Diada" ha obviado por completo el "caso Pujol", objeto de censura en los medios públicos catalanes y del que se informa con cuentagotas en el resto, a pesar de la conmoción que ha causado el asunto entre la clase política. El activismo separatista es inmume a la profunda crisis de credibilidad de sus líderes tras la confesión de Pujol. Mantiene intactos los eslóganes, el "Espanya ens roba", y la creencia ciega de que el próximo 10 de noviembre Cataluña será independiente.
Se da por descontado que el 9 de noviembre se registrará algún tipo de movilización en Cataluña, bien a través de una votación organizada por la ANC o incluso, a tenor de algunos discursos como el del nuevo número dos de CDC, Josep Rull, que la Generalidad no obedezca y plante las urnas en la calle o en los colegios electorales con la colaboración de la red de municipios por la independencia y las diputaciones. Se barajan otras opciones, como vigilias ante las sedes del Gobierno en Cataluña.
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