Pujol, aspirante a 'Ciudadano Kane' de Cataluña
El ex presidente catalán llegó a remitir una entrevista íntegra a La Vanguardia para evitar "versiones que no me interesen"
"Ustedes se han de levantar. Porque si entrara el presidente del Gobierno español se levantarían y porque yo soy el presidente de la Generalitat y la institucionalización de Cataluña necesita gestos como ése. Necesita que ustedes se levanten". Así aleccionaba Jordi Pujol a los chicos de la prensa al comienzo de su mandato, como relata Arcadi Espada en Contra Catalunya. El presidente catalán impuso así una costumbre que se fue repitiendo en cada rueda de prensa. Un simple botón de muestra, aun superficial, de la idea instrumental de los medios de comunicación que Pujol tuvo desde el comienzo de sus dos décadas de mandato, en 1980. El sistema mediático español estaba entonces, como muchas cosas en el país, a medio construir. Sin duda el impulso de Pujol, junto al de los nacionalistas vascos, fue decisivo para la implantación de las televisiones autonómicas, que tras las experiencias en Euskadi y Cataluña se extendieron a casi todas las otras comunidades autónomas en los años siguientes. La creación de un ente de radiotelevisión pública autonómica, que utilizase el catalán como idioma preferente, fue uno de los compromisos del programa electoral de CIU. Compromiso que se llevó a cabo al final de la primera legislatura del pujolismo, cuando se pusieron en marcha, entre finales de 1983 y principios de 1984, Catalunya Radio y TV3, dos privilegiados vehículos para la construcción nacional pretendida por el nacionalismo, particularmente eficaces para la normalización lingüística.
En cuanto a la prensa escrita Cataluña se ha distinguido por insuflar importantes recursos públicos, de una u otra manera, a diversas cabeceras, incluidas las nuevas que han surgido en internet. Una subvención para la que es requisito fundamental editar en catalán y que explica las recientes ediciones en la lengua cooficial de los dos rotativos más importantes de la región: El Periodico de Catalunya y el centenario La Vanguardia. El año pasado estos dos diarios, junto a El Punt Avui y Ara, se repartieron más de dos millones de euros, mientras que las cabeceras digitales en catalán recibieron medio millón de euros del erario público.
Una entrevista con preguntas y respuestas previas
Además de exigir a los informadores que se levantasen a su paso, de no tener reparo en abroncarles en público y de no pedirles perdón en sus frecuentes retrasos a la hora de comparecer en rueda de prensa, hay un episodio que refleja hasta el paroxismo la concepción pujolista del periodismo y, de paso, la actitud escasamente combativa de algunos de los más importantes medios catalanes. Ocurrió a principios de 1990 y podría definirse como el caso de la entrevista `llave en mano´. Aquel año arrancaba con un convulso escenario europeo y mundial -el Muro de Berlín había caído meses antes, Rumanía terminaba esas navidades de manera abrupta con el matrimonio Ceausescu y pronto acabaría también la madre de todos los regímenes comunistas: la URSS- que reavivó el debate sobre las soberanías nacionales. En ese contexto el Parlamento catalán despidió 1989 con una declaración de soberanía, algo muy tibio visto con la perspectiva de hoy pero que ya entonces levantó polémica.
Pujol consideró que lo idóneo era salir al paso con una amplia entrevista exclusiva en La Vanguardia pero con la particularidad de que el Molt Honorable le ahorraba al rotativo del Conde de Godó las molestias de desplazar a un redactor y que éste prepararse el cuestionario, realizase las preguntas y luego, como corresponde, editara la entrevista. Pujol envió un documento con las preguntas y sus propias respuestas al que el diario sólo tuvo que poner el titular. Con tan mala fortuna que el destacado elegido para encabezar la doble página de aquel domingo 7 de enero: "No pedimos la independencia, sino la autonomía, pero con una interpretación distinta a la actual" no fue de su agrado. En una rueda de prensa cinco días después Pujol explicaba con total desparpajo su maniobra: en primer lugar descartaba la idea de haber concedido entrevistas a otros medios "porque no sé lo que cada diario publicará" y la de haber recurrido a una agencia ...seguramente saldrán versiones que no serán las que me interesen", todo para concluir con una amarga queja: "Estas declaraciones fueron mal tituladas". En cuanto al diario entonces dirigido por Juan Tapia, se limitó a publicar la entrevista sin firma para al final de la misma, entre paréntesis, añadir: "Declaraciones del presidente de la Generalitat recogidas por La Vanguardia". Una exacta acotación, pues el diario recogió el texto como era costumbre en esa época previa a internet, en el buzón o quizá de la mano de algún mensajero. Listo para publicar.
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