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Los Pujol saltan de mansión en mansión para ocultarse

El fabuloso patrimonio inmobiliario en los enclaves más selectos de los Pirineos facilita la escapada del exhonorable y otros miembros del clan.

La fuga de Jordi Pujol y Marta Ferrusola ha puesto de relieve el patrimonio atesorado por el ya denominado "clan" en los parajes más exclusivos de la Cerdaña, tanto en la parte española como en la francesa. Tras La Confesión, el matrimonio habría recalado ya en dos mansiones propiedad de sus hijos Josep y Jordi. La Vanguardia ha obtenido la primera foto del Pujol poshonorable, en el que podría ser el domicilio conocido de su primogénito, también en la Cerdaña.

Días atrás, a los Pujol se les creía en el impresionante chateux que posee Josep -el delegado de Indra para Europa y Estados Unidos tras colocar su consultora a la propia Indra por 44 millones de euros- en la localidad francesa de Latour-de-Carol (La Tor de Querol, en catalán). Así, tras pasar por esta idílica localidad francesa en la que Can Pujol se distingue por la bandera independentista de la casa de invitados, se han trasladado a la parte española. Aún les quedaría, que se sepa, la propiedad de su hijo Oriol, el que se dedicaba a la política y aspiraba a suceder a su padre y a Mas, localizada en Urús, enclave de alto standing donde también tienen casas, masías y terrenos los exministros, periodistas, editores y banqueros más conocidos de Cataluña.

No es probable, por tanto, que de los refugios en los Pirineos de Josep y Jordi vayan a pasar al de Oriol, donde inevitablemente coincidirían con algunas de las personalidades que han mostrado más perplejidad ante las revelaciones sobre el fraude fiscal continuado del patriarca del catalanismo y las actividades profesionales y fabulosos negocios de su esposa e hijos.

Según el relato del diario del conde de Godó, los Pujol sólo se dejan ver durante la puesta del sol, momento en el que salen a una terraza y respiran aire libre. Durante las horas de luz, la casa permanece cerrada a cal y canto, con las ventanas protegidas por gruesos postigones, sin que nadie entre o salga. Al caer la noche, la mansión recobra la vida y la actividad. En la foto de La Vanguardia (que no es precisamente el equivalente de la imagen de Javier de la Rosa comiendo un bocadillo en su primera noche en La Modelo), Pujol lee alumbrado por un flexo que remite a la lucecita de El Pardo y a un posado declaradamente favorecedor del hombre que ha engañado a todo un pueblo durante cuarenta años.

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