La confesión de Pujol sobre una parte del tesoro del clan repartido en Andorra explica la vehemencia y ferocidad con la que el autoerigido padre de Cataluña ha liderado el proceso separatista. Para los Pujol, la indepencencia, aún a costa de dividir, enfrentar y empobrecer a todos los catalanes, partidarios incluidos, no sólo era la respuesta, teórica, a los agravios y expolios españoles, sino también, y más importante, una estrategia jurídica para evitar aparecer ante su pueblo como el padrino de una saga de genios de las finanzas y los pelotazos internacionales.
Los gritos de "¡in-inde-independència!" han dado paso a la certeza de que la consigna del proceso es "¡in-inde-indecencia!". La carta en la que asegura que se le había olvidado declarar cuatro millones de euros en dinero negro, sucio y hasta español es un torpedo en la línea de flotación de la "hoja de ruta" de Mas, Junqueras y la presidenta Forcadell, tal que si a un submarino de la flota rusa le estallara una cabeza nuclear en la sala de máquinas. El proceso está en su momento más bajo gracias a la "traición" de su gran inspirador, impulsor e ideólogo, de un político que ha pasado en 24 horas de la respetabilidad absoluta a la mayor demostración de doble moral, hipocresia y las categorías corresondiente en el ámbito de lo fiscal y lo penal.
Urdangarín, Barcenas, Millet, Correa, los de los Eres andaluces y antes, durante, ahora y como siempre, Pujol y su marca registrada.
España nos roba, clamaban los cívicos, pacíficos y democráticos activistas regados con dinero de los contribuyentes españoles, de los que sí pagan aunque no se crean personajes providenciales y carismáticos. El desconcierto y la desolación en las filas separatistas es inversamente proporcional a la satisfacción y la euforia en ERC, el gran beneficiario de la gran mentira catalana, de un fraude piramidal y masivo que ya va para los cuarenta años, como aquello del franquismo. España nos roba y los Pujol también, musitan perplejos los militantes de Convergència y los numerarios de la Assemblea Nacional Catalana (ANC).
Cuando estalló el escándalo de Banca Catalana, antecedente inmediato de las crisis de las preferentes y las hipotecas tóxicas, Pujol lanzó a miles de catalanes a las calles, como en la Rumania post-Ceacescu. Uno de los mayores escándalos económicos del último tercio del pasado siglo (equiparable a los manejos de Javier de la Rosa, el empresario ejemplar de Pujol). Logró convertir un agujero financiero en una bandera política. Está por ver la reacción de la sociedad catalana. Los medios separatistas tratan de minimizar el destrozo y Mas afirma que el nuevo caso Palau (de la Generalidad) es un asunto "estrictamente privado". Como la independencia, y también con dinero público.