PISA suspende a la escuela española también en la asignatura de Economía
Uno de cada seis alumnos tendría problemas para leer una factura. Y un dato curioso: nuestros jóvenes, entre los que menos trabajan para tener paga.
Otra vez PISA. Y España vuelve a suspender. Justo dos días después de que se hiciera público el resultado de un informe en el que la OCDE alertaba de que el nivel de los universitarios españoles es comparable al de los bachilleres japoneses, una nueva prueba vuelve a dejar mal parado al sistema educativo de nuestro país.
En este caso, el examen estuvo centrado en competencia financiera -la primera evaluación que PISA realiza sobre esta materia- para comprobar el nivel que los estudiantes han adquirido en este tipo de temas. Hablamos del conocimiento, la comprensión y las destrezas necesarias para manejarse con cierta soltura en lo que podríamos denominar como economía doméstica. Una cuestión fundamental que debería permitirles que el paso de la vida escolar a la Universidad, la empresa o el mundo laboral sea más sencillo. Los resultados son malos y el origen del problema podría estar en las aulas.
La escuela española no dedica tiempo a cuestiones relacionadas con la economía y tampoco prepara a sus maestros para impartir esta asignatura, fundamental para desenvolverse en la vida. Luego, todos nos echamos las manos a la cabeza con el escándalo de las preferentes (personas que contrataban productos que no se ajustaban a su perfil inversor) o nos preguntamos cómo puede haber tantas familias con problemas en la gestión de sus finanzas personales.
Los resultados
De esta forma, el rendimiento de España en competencia financiera queda por debajo de la media de los 13 países de OCDE que participaron en el estudio. Frente a una calificación media de 500
Como en todos los informes de PISA, no sólo es importante la nota media, sino la distribución. El examen divide a los alumnos en cinco categorías, en función de sus competencias. Los que se quedan en el nivel 1 se definen como aquellos que apenas son capaces de tomar decisiones sencillas sobre gasto cotidiano o de reconocer para qué sirven documentos financieros corrientes, como una factura. Mientras, los que alcanzan el nivel 5 se supone que pueden interpretar documentos financieros más o menos complejos (porcentajes, interés, tasas impositivas diferentes tipos de préstamos,...).
En este sentido, uno de cada seis alumnos españoles (16,5%) no alcanza el nivel básico. O por decirlo de otra manera: tiene dificultades para entender una factura sencilla. No es un porcentaje que esté muy lejos de la media de la OCDE (15,3%). Pero sumando esta categoría con la segunda, tenemos que un 43% de los estudiantes españoles ni siquiera llega al nivel medio requerido (es un 38% en el caso de la OCDE).
En el lado contrario, sólo el 3,8% de los alumnos se encuentran en el nivel de excelencia. Este dato es casi más doloroso, porque se compra con la media del 9,7% que muestran el resto de países de la OCDE que participaron en la prueba.
Lo cierto es que viendo el resto de los datos del informe no sorprende las malas notas de nuestros alumnos. Como muestra este gráfico, España se sitúa entre los tres países en el que menos estudiantes tienen disponible en sus escuelas esta materia (que podría ser equivalente a Economía). Sólo Israel y China tienen peores cifras. No hablamos de una asignatura que les enseñe conceptos macroeconómicos (inflación, PIB,…), que quizás tampoco estaría de más. En este caso, nos referimos a que una parte del temario enseñe a los alumnos a interpretar una factura, conocer qué implica la tasa de interés, distinguir entre diferentes inversiones en función del riesgo o apreciar los beneficios del ahorro.
Además, España es el único país de los que participaron en el estudio en el que los únicos que imparten esta materia – en caso de que se ofrezca como una opción entre las distintas asignaturas – son los profesores. En lugares como Nueva Zelanda, EEUU o Letonia hay expertos en la materia (a veces del sector privado, otras de organismos públicos o incluso de ONG) que apoyan a los docentes en estas tareas.
Y no es una cuestión que sea sólo responsabilidad del profesor. Muchas veces estos se encuentran sin recursos. Nuestro país también es el último de la clasificación que mide qué porcentaje de maestros han recibido algún tipo de formación en temas financieros. Más del 70% de los profesores españoles no ha tenido nunca ayuda o ha acudido a cursos sobre esta cuestión.
Adolescentes y finanzas
Los efectos útiles de haber aprendido conceptos básicos de economía doméstica no solo comienzan a apreciarse en la edad adulta. Ya en la adolescencia, las finanzas forman parte de la vida diaria de muchos jóvenes. Por ejemplo, en España, casi el 60% de los alumnos tiene una cuenta bancaria abierta. Por cierto, estos también son los que mejores resultados consiguen en competencia financiera.
Por último, PISA analiza una cuestión curiosa, no exactamente académica, pero que también dice mucho acerca del tipo de educación que le damos a nuestros adolescentes: ¿de dónde sacan el dinero los jóvenes españoles?
Según sus propias respuestas, la mayoría de estos estudiantes de 15 años recibe dinero como regalo de parientes y amigos. No es una cifra muy diferente de la que marca la media de la OCDE (83% en el caso de España, 84% en la OCDE). Sin embargo, hay una cuestión muy significativa. Muy pocos adolescentes españoles se gana un sueldecillo trabajando fuera del horario escolar. No hablamos de un empleo formal, sino de esas pequeñas tareas que complementan la clásica paga. Pues bien, apenas un 20% de nuestros quinceañeros admite que hace trabajillos fuera de casa (canguro, dar clase a niños, pequeñas tareas para los vecinos, etc…), frente al 41% de media de la OCDE.
Además, también los jóvenes españoles están entre los que menos dinero reciben de sus padres por ayudarles en las tareas domésticas (30% en España, 38% en los de la OCDE). Eso sí, también hay que apuntar a que aquellos que dicen recibir una paga de sus padres porque sí (sin ningún tipo de contraprestación a cambio) tampoco son muy numerosos (37% frente al 51% de media de la OCDE).
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