Hace ahora un año, la OCDE publicaba Panorama de la Educación 2013, el informe más completo sobre los resultados educativos de los países en función de su gasto. Los datos que recogía no podían ser más desesperanzadores para el sistema educativo español: el grado de autonomía de los centros es mínimo; los incentivos de los profesores, nulos; y los resultados académicos, cada vez peores. De hecho, en varias categorías, estamos entre los que más gastamos, pero no logramos sacar un buen rendimiento a esos recursos.
Esta semana le tocaba el turno a TALIS (Teaching and Learning International Survey). El estudio sobre las condiciones laborales y la situación de los maestros. Se basa en una detallada encuesta a más de 106.000 docentes de 34 países, casi 4.000 españoles. Y su resultado no puede ser más penoso para nuestro país. España no destaca positivamente en ninguno de los apartados que se analizan, ni uno solo.
Los profesores son pieza clave en cualquier sistema educativo. Todos los estudios coinciden en que el aspecto que más influye en el rendimiento, las notas y el futuro de los alumnos una vez fuera de la escuela es la calidad de sus maestros. Por ello, todos los ojos se vuelven hacia ellos cuando las cosas van bien, pero sobre todo cuando van mal. ¿Qué ocurre entonces en España? ¿No contamos con los mejores profesionales? ¿Es porque no reciben un salario acorde con su responsabilidad y trabajo? ¿Quizá no se les incentiva correctamente? En definitiva, ¿en dónde reside el problema?
Salarios
Uno de los aspectos que destacaba Panorama de la Educación es que el salario medio del profesorado patrio, lejos de lo que pudiera parecer, no está mal, tanto en comparación con los maestros de otros países como con el sueldo medio en nuestra sociedad. Por ejemplo, la retribución inicial media para un nuevo profesor en 2010 (siempre en paridad de poder adquisitivo) era de unos 27.600 euros, frente a los 22.000 euros de media en la OCDE y los 22.400 euros de la UE-21. Sólo en EEUU, Alemania y Holanda cobran los nuevos maestros más que en España.
Incluso después de 15 años de carrera, los salarios están por encima de la media de los países de nuestro entorno. Eso sí, hay que tener en cuenta que en España los profesores de Educación Secundaria alcanzan la retribución máxima en la escala después de 35 años de carrera, al igual que ocurre en países como Hungría, Israel, Italia o Corea. En cambio, en Australia, Dinamarca, Estonia, Nueva Zelanda o Escocia, los profesores pueden lograr el salario máximo después de 6-9 años.
Hasta aquí, hemos hablado de salarios medios. Parece claro que el problema de España no es tanto cuánto se pague de media, sino también cómo lo hace. Por ejemplo, en nuestro país no se premia con bonos o incentivos a aquellos profesores que lo hagan mejor. No hay diferencia entre el buen y el mal rendimiento. Especialmente en la pública, la carrera profesional está marcada, fundamentalmente, por la antigüedad, sin que el día a día en las aulas o los resultados tengan demasiada influencia.
En esta cuestión, los resultados de Talis son muy significativos: cuatro de cada cinco maestros españoles están de acuerdo o muy de acuerdo en que no se les dan facilidades o incentivos para participar en su desarrollo profesional, muy lejos de la media de la OCDE (48%). Apenas un 2% admite recibir un complemento salarial por realizar actividades fuera de las horas de trabajo (8% Talis) o apoyo no monetario como docencia reducida o días de permiso (6% frente al 14% Talis) por estos extras. No parece la mejor manera de motivar a un trabajador.
En el mismo sentido, Talis destaca que "el buen rendimiento rara vez se reconoce o valora". Sólo el 18% de los maestros españoles cree que "los docentes con mejores resultados son los que reciben mayor reconocimiento en su centro" y aún menos, un 10%, apunta a que el buen rendimiento puede llevar aparejada una subida del sueldo (los promedios para la OCDE son del 38% y el 25% respectivamente).
¿Autonomía?
No obstante, en una profesión tan vocacional como la de maestro no sólo importa el sueldo. Los profesores también buscan otro tipo de incentivos. De hecho en PISA se incide en que los países que mejor lo hacen son aquellos que otorgan autonomía a sus escuelas y luego controlan sus resultados, a través de pruebas externas en la mayoría de los casos. Aquí las decisiones se toman burocráticamente, en el Ministerio o en una consejería, y el grado de autonomía es mínimo, tanto en cuestiones académicas como disciplinarias. Las conclusiones de PISA otorgan especial relevancia a la necesidad de impulsar la autonomía de los centros y el liderazgo de sus equipos para mejorar la calidad de la enseñanza.
Los directores españoles coinciden en señalar en TALIS la escasa autonomía en sus centros. Sólo el 33% de los docentes trabaja en colegios en los que el director admite que tienen una considerable responsabilidad en la toma de decisiones sobre los contenidos del curso, cuando entre los países participantes en este trabajo este porcentaje alcanza el 65%. Sólo el 37% de los directores dice que tiene autonomía para establecer políticas de evaluación propias (en la OCDe, esta cifra sube al 79%)
Por otro lado, más del 40% de los directores en España indica que nunca ha recibido preparación específica para llevar a cabo un liderazgo educativo, tal como el establecimiento de objetivos bien articulados o manejo de un entorno seguro y propicio para el aprendizaje y asegurar que los esfuerzos de los docentes se centran en la enseñanza y en su propia mejora de cara a la enseñanza (el promedio OCDE es del 22%).
La autonomía de los centros en la gestión de recursos en España es también limitada al comparase con los de los países más desarrollados El 75% de los profesores de la OCDE trabaja en centros que tienen un nivel significativo de autonomía para nombrar o contratar, mientras que ese porcentaje en España es del 27%.
En cuanto a la rendición de cuentas –autonomía y control van de la mano en los países con los sistemas educativos más exitosos- en España, según la información aportada por los directores de centros, el 36% de profesores nunca ha sido formalmente evaluado por método alguno, cifra más de cinco veces superior a la de la media OCDE (7%). De hecho, es el segundo peor registro a este respecto entre los países de la OCDE. Además, el 87% de los profesores españoles declara que nunca ha observado y comentado las clases de otros compañeros docentes, frente a un 45% de media entre los profesores de la OCDE.
Y el hecho de esta falta de evaluación del profesorado es relevante en tanto en cuanto las conclusiones del informe TALIS muestran que hay muchos docentes de la OCDE que afirman que la información que reciben tras una evaluación de su trabajo tiene efectos positivos en la enseñanza en el aula. Por el contrario, la mayoría de los profesores españoles trabajan en centros en los que apenas se producen consecuencias una vez realizada la evaluación formal del profesorado.
La foto es la de un profesor sin incentivos para mejorar cada día y al que tampoco se controla en el desempeño diario de su trabajo. Ni se le empuja a que mejore, ni se le evalúa para conocer su rendimiento. Al final, ni su tarea es satisfactoria ni la sociedad percibe el valor de su trabajo. De esta manera, la imagen del profesorado se hunde y, con ello, el propio maestro ve menos incentivos aún en cambiar la situación. Sólo un 8% de los maestros españoles encuestados para este estudio cree que su labor docente es valorada por la sociedad (la media en otros países de la OCDE es del 31%). O por decirlo de otra manera: 9 de cada 10 profesores españoles cree que sus conciudadanos no les valoran. No parece la mejor manera de atraer talento a esta profesión, una de las más importantes para cualquier sociedad.