Pese a que está previsto como una solución excepcional, ya que la propia esencia de la institución monárquica liga la corona a la persona hasta la muerte del Rey, las abdicaciones como la que hoy se ha anunciado de Juan Carlos I han sido bastante habituales desde que en 1713 Felipe V, y con él la familia Borbón, ocupase el trono en nuestro país.
Incluso antes de eso hubo otra abdicación histórica: Carlos I, cansado y acosado por varias enfermedades, dejó el trono a su hijo Felipe II, mientras que el imperio alemán fue para su hermano Fernando, a quién creía capaz de poner orden en la convulsa situación de una Alemania sacudida por las guerras de religión.
El primero de los borbones en abdicar fue, precisamente, Felipe V, que lo hizo en su hijo Luis I en 1724. Su intención era aspirar a la corona francesa, pero la jugada no tuvo el éxito que el monarca esperaba: Luis I, que sólo tenía 17 años al llegar al trono, enfermó de viruela y murió once meses después –hay quien dice que fue envenenado- y Felipe V tuvo que volver a ser rey ante la anarquía en la que podía caer el reino. Su vuelta implicaba además abandonar sus pretensiones sobre la corona francesa, ya que en virtud del Tratado de Utrech los dos reinos no podían compartir monarca.
Las siguientes abdicaciones serían, sin duda, las más vergonzosas de la historia de la monarquía: tras el Motín de Aranjuez Carlos IV abdica en su hijo Fernando VII, pero lo hace de una forma completamente irregular, sin convocar las Cortes y sin una proclamación oficial.
Después, padre e hijo viajan a Bayona con la esperanza de que Napoleón les devolviese o les confirmase la corona, pero los planes del francés son muy distintos y, finalmente, ambos abdican para que el emperador coloque en el trono a su propio hermano: José I, que después de la Guerra de la Independencia lo abandonará para dejarlo en manos de Fernando VII.
La hija de Fernando VII será el siguiente monarca en dejar la corona en su hijo, Alfonso XII, pero para ello había mediado una revolución y la Primera República. De hecho, la reina Isabel no dejó tanto la corona como los derechos sobre ella para que cuatro años después Alfonso XII pudiese ser nombrado Rey.
El hijo de Alfonso XII alcanzó el trono siendo todavía un niño por la prematura muerte de su padre y terminó su reinado siendo, hasta este dos de junio, el último Borbón que había abdicado. Lo hizo de una forma cuando menos extraña: tras unas elecciones municipales que, además, finalmente no dieron el triunfo a los partidos republicanos.
Los primeros resultados, sin embargo, sirvieron para que toda la Familia Real abandonase precipitadamente el país en un exilio que se prolongaría hasta noviembre de 1948, fecha en la que Juan Carlos I volvió a España en virtud de un acuerdo entre Franco y don Juan. A pesar de que a finales de ese curso Juan Carlos volvió a Portugal, en 1950 volvió definitivamente a España.