El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, Don Juan Carlos de Borbón-Dos Sicilias, a punto entonces de cumplir treinta y ocho años, jura como Rey de España, de acuerdo con la Ley de Sucesión en la jefatura del Estado aprobada por la dictadura en 1947. Hasta entonces, y tras nacer en Roma durante el exilio de su padre Don Juan de Borbón -hijo y padre de Rey que nunca ostentó la corona- el joven Príncipe estudia y se forma a la sombra del régimen tras un acuerdo entre su padre y Franco. En 1948 pisa por primera vez suelo español, donde cursaría sus estudios y se formaría como militar en las academias de Zaragoza, Marín y San Javier.
El 22 de julio de 1969 las Cortes franquistas ratifican su nombramiento como sucesor del jefe del Estado a título de Rey.
Tras la muerte de Franco Juan Carlos I impulsa la transición y lo hace con una de sus decisiones más controvertidas aunque posteriormente más elogiadas: el nombramiento como presidente del Gobierno de un joven político, Adolfo Suárez, en sustitución del último jefe de Gobierno de Franco, Carlos Arias Navarro. Estamos en julio de 1976 y los acontecimientos que llevarían a las primeras elecciones democráticas un año después y a la aprobación de la Constitución el 6 de diciembre de 1978 se aceleran. En medio de ese proceso se produce un acto de gran simbolismo en el Palacio de la Zarzuela el 14 de mayo de 1977, donde al grito de "Majestad: por España, todo por España, ¡Viva España! ¡Viva el Rey!" don Juan de Borbón renuncia a sus derechos dinásticos. A final de ese año, en noviembre, el pequeño Felipe de Borbón y Grecia, tercer hijo del matrimonio de Don Juan Carlos y la Reina Sofía y único varón, jura ante las Cortes constituyentes como Príncipe de Asturias y sucesor al trono.
Es durante la transición donde nace el mito de Don Juan Carlos como el mejor embajador de España. Asesorado muy de cerca por su íntimo amigo el diplomático Manuel Prado y Colón de Carvajal, el joven Rey de España despliega una intensa actividad tanto pública, como su recordaba intervención en perfecto inglés ante la Cámara de Representantes de EEUU, como privada, con numerosos encuentros bilaterales con mandatarios extranjeros. Especialmente difícil fue convencer al entonces presidente de Francia, Valéry Giscard d´Estaing de las bondades del proceso abierto en España. El Rey tenía especial interés en que asitiera a su ceremonia de coronación y con ese objetivo acudió a París Prado y Colón de Carvajal. Tras poner muchos peros, el inquilino del Palacio del Elíseo accedió a acudir siempre que Don Juan Carlos le distinguiese con un gesto especial del resto de los invitados. A su interlocutor se le ocurrió proponerle un desayuno de trabajo previo, temiendo que a su vuelta a Madrid el Rey lo rechazase. Nada más llegar al Palacio de la Zarzuela, y según relató el propio Prado, el Rey le dijo: "Dame un abrazo porque su presencia bien merece un desayuno con huevos, bacon, migas o lo que quiera"
Consolidada la democracia la figura del Rey, sin ninguna potestad ejecutiva según la Constitución, pierde peso en el día a día y su relación con Adolfo Suárez, que había sido de estrecha amistad, se deteriora al tiempo que lo hace el Gobierno de la UCD. Como ha relatado Abel Hernández, las diferencias entre ambos eran frecuentes sobre todo a raíz del estamento militar, y más en concreto del general Alfonso Armada, entonces gobernador militar de Lérida, hombre de confianza del Rey que provocaba en Suárez el más profundo de los recelos. España vivía entonces un momento de gran inestabilidad por los estragos de la crisis del petróleo, por el ruido de sables en los cuarteles y por el terrorismo, con cerca de cien muertos por año. Al comienzo de 1981 se produce la dimisión de Adolfo Suárez y poco después, durante la primera visita oficial de los reyes al País Vasco, Don Juan Carlos y doña Sofía viven un desagradable incidente en la casa de Juntas de Gernika, donde los parlamentarios de Herri Batasuna le abuchean ostensiblemente, aunque finalmente puede reanudar su discurso. Faltaban veinte días para el 23-F.
El papel de Don Juan Carlos la noche de la intentona golpista continúa siendo hoy un aspecto discutido por muchos, aunque entre la clase dirigente es un lugar común afirmar que el Rey salvó la Constitución y la democracia. Uno de los momentos álgidos de aquella jornada se produjo cuando el entonces jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo, en conversación telefónica con el general José Juste, jefe de la División Acorazada Brunete, y en presencia del Rey, contestó a la pregunta de si Alfonso Armada estaba en La Zarzuela con una frase que ha quedado inmortalizada en el habla coloquial: "Ni está, ni se le espera".
La madurez del reinado
En los años ochenta y la primera mitad de los noventa la monarquía cohabita con los primeros gobiernos de izquierdas, presididos durante catorce años por Felipe González, a quien siempre la ha unido un gran relación. Son los años de formación militar y universitaria del Príncipe Felipe, de la boda de su primogénita la Infanta Elena con Jaime de Maricharlar y de fastos como los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 que contribuyen a engrandar la imagen de la Familia Real. Aunque la polémica y los problemas también surgen, como ejemplifica la abrupta salida de la Zarzuela de Sabino Fernández Campo en enero de 1993. En la Semana Santa de aquel año muere Don Juan de Borbón tras una larga agonía y durante el funeral celebrado en El Escorial su hijo rompe a llorar de manera desconsolada.
En 1997 se casa su segunda hija, la Infanta Cristina, en Barcelona con un jugador internacional de balonmano de impecable imagen ante la opinión pública: Iñaki Urdangarín. Los problemas que ese apellido llegaría a causar a la institución no podían estar ni en la más catastrófica de las previsiones sobre el matrimonio. Don Juan Carlos lleva ya un año de cohabitación con José María Aznar, a quien el PSOE siempre reprochará, en particular su antecesor Felipe Gonzáléz, no tratar al monarca con la debida deferencia. Lo cierto es que en público ambos se han profesado siempre gran afecto e incluso Don Juan Carlos fue premiado, ya con Aznar fuera de La Moncloa, con el premio a la libertad de la fundación FAES que preside el ex jefe del Ejecuitivo.
2004 va a ser un año intenso para España, y también para la Familia Real. Para mayo estaba anunciado el enlace del Príncipe Felipe con una joven periodista, Letizia Ortíz, divorciada y que en el momento de anunciarse el compromiso presentaba junto a Alfredo Urdaci la segunda edición del Telediario de TVE. El 11 de marzo y los días posteriores los prometidos, como el resto de la Familia Real acuden a dar consuelo a las víctimas del mayor atentado jamás sufrido por España. Tres días después del ataque el PSOE vuelve al poder de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero.
Tormentoso final
La última década del reinado no ha sido fácil para Don Juan Carlos, sometido, en primer lugar, a un importante deterioro físico y al que se ha visto perder los nervios en público en varias ocasiones, la más sonada a finales de 2007 durante una Cumbre Iberiamericana en Santiago de Chile, donde pronunció su famoso "¿por qué no te callas?" ante los improperios que el presidente de Venezuela Hugo Chávez, saltándose el turno de palabra, profería contra el ya ex presidente José María Aznar.
Pero sin duda los tres últimos años ha sido el periodo de mayor y más rápido deterioro de la imagen del Rey ante la opinión pública fundamentalmente por dos asuntos: el caso Urdangarín y la salida a la luz de sus aventuras sentimentales. En abril de 2012 se rompía la cadera durante una cacería de elefantes en Botsuana, durante la que le acompañaba Corina Zu Sayn-Wittgenstein, una empresaria alemana de origen danés a la que le une una estrecha relación con Don Juan Carlos. El escándalo obliga al Rey, tras salir del hospital donde es operado de urgencia, a pronunciar unas escuetas palabras ante una cámara de TVE: "lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir".
En los últimos meses, y mientras el futuro jurídico de su yerno Iñaki es aún una incógnita, Don Juan Carlos, ayudado siempre de muletas para caminar, ha retomado su agenda vigilada de cerca por el nuevo jefe de su Casa, Rafael Spottorno, quien en septiembre de 2011 relevó a Alberto Aza. En 2014 el Rey ha condecorado a título póstumo a Adolfo Suárez y ha realizado una intensa gira por distintos países árabes, además de volver a entregar la Copa de fútbol que lleva su nombre el pasado 16 de abril en el Estadio de Mestalla en Valencia. Su abdicación ha sido objeto de un intenso debate en los últimos años.