El rumor de que el cardenal Antonio Cañizares podría sustituir a Lluís Martínez Sistach como arzobispo de Barcelona ha causado conmoción en los círculos católicos catalanistas. Tal designación, de producirse, sería una auténtica catástrofe para el estamento eclesiástico local, uno de los principales dinamizadores de las bases independentistas.
Pese a que en los últimos meses sólo el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, ha mostrado su implicación pública con el proceso separatista, en el bloque de la consulta se da por descontada la complicidad de la iglesia catalana con el intento de ruptura.
Los obispos, con Martínez Sistach a la cabeza, evitan en estos momentos apoyar el reto separatista, lo que ha provocado la indisimulada irritación del presidente de la Generalidad, Artur Mas, empeñado en lograr un aval episcopal. No obstante, la reacción del Vaticano a través del nuncio en España, Renzo Fratini, a unas declaraciones de Soler ha propiciado el mutismo de los obispos catalanes, que pese a los requerimientos de Mas y de su portavoz, Francesc Homs, así como del líder de ERC, Oriol Junqueras, eluden pronunciarse directamente a favor del proceso.
Soler aseguró en unas jornadas organizadas por el grupo mediático soberanista El Punt-Avui -el que acaba de conseguir gracias al CAC la segunda televisión autonómica privada- que la Santa Sede no tendría ningún inconveniente en reconocer una Cataluña independiente. A los pocos días, Fratini, en un hecho sin precedenes, emitía un comunicado en el que advertía: "Esta Nunciatura Apostólica en España quiere precisar públicamente que las declaraciones del Abad son opiniones de su exclusiva responsabilidad personal y no reflejan en absoluto la posición de la Santa Sede".
La nota cayó como un mazazo en los ámbitos eclesiásticos catalanistas y ha sido muy tomada en consideración del signo del pontificado por parte de los obispos catalanes. Para desatascar la situación con los prelados, Junqueras se dejaba ver en las procesiones de Semana Santa y apostaba por "integrar" las "tradiciones religiosas" en el hipotético nuevo Estado catalán mientras Mas acudía a Montserrat para inaugurar una exposición sobre el obispo Joan Carreras, auxiliar de Barcelona fallecido en 2008.
En esa visita, el president volvió a insistir en su teoría de que la iglesia catalana se debe significar aún más en el proceso. De hecho, la negativa de Martínez Sistach a hablar del proceso en la misa del pasado Sant Jordi fue interpretada por Mas y su círculo más cercano como un auténtica traición. A partir de ese momento, se han avivado los rumores sobre la sustitución de Martínez Sistach, quien pretende una prórroga para poder presidir el Congreso Pastoral de las grandes ciudades, que tendrá lugar en Barcelona a principios del próximo año
La opción Cañizares para sustituir a Sistach ha sido revelada por el periodista Enric Juliana en La Vanguardia, quien afirma que el actual prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos pretende regresar a España y el Vaticano "sopesa" atender su petición de ocuparse de la diócesis de Barcelona.
La presentación de Cañizares en La Vanguardia no deja lugar a dudas sobre el cataclismo que su designación podría causa: "Es valenciano, de Utiel. Entiende la lengua catalana, pero no es valenciano hablante, puesto que se crió casi en el linde con la provincia de Cuenca. Hombre de perfil conservador, con demostrada habilidad para el pacto, el cardenal es un ferviente defensor de la unidad de España, siendo una de los principales inspiradores del documento episcopal que en el 2006 definió la unidad de la nación española como "un bien moral" que todos los católicos deben defender. ('Orientaciones morales sobre la situación actual de España', 23 de noviembre del 2006)".
Entre los nacionalistas ya se habla de recuperar el viejo eslogan de "volem bisbes catalans" ("queremos obispos catalanes"), un clásico que da fe del peso religioso en el sustrato catalanista. También se interpreta que La Vanguardia ha adelantado esta información a fin de torpedear las pretensiones de Cañizares, cuya relación con ministros como Jorge Fernández Díaz es otro dato significado en las primeras reacciones, que se balancean entre el pesimismo y la irritación. En los digitales de referencia del soberanismo, la noticia se enmarca entre los adjetivos "españolista", "unionista" y "ultra".
Juliana aporta, sin embargo, algún dato a favor de Cañizares desde la perspectiva "nacional-progresista". "En el perfil del cardenal Cañizares -escribe el periodista- hay otro rasgo a destacar: su manifiesta rivalidad con Rouco Varela. Cañizares formó tándem con Blázquez en la cúpula de la Conferencia Episcopal entre el 2005 y el 2008. En ese periodo, la Iglesia negoció importantes acuerdos con el Gobierno socialista, entre ellos la mejora del mecanismo de financiación a través del IRPF. Encargado de la negociación, en calidad de vicepresidente del episcopado, Cañizares estableció una cordial comunicación con la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega".
Como ya informara la web Germinans, Mas pretende que el obispo menorquín Sebastiá Taltavull, actual auxiliar de Barcelona, suceda a Sistach, no tanto por su catalanismo, entre tibio y moderado, como por su flexibilidad según los nacionalistas. En la quiniela para la silla arzobispal también figuran el obispo de La Seu d'Urgell, Joan Enric Vives, y el de Tarragona, Jaume Pujol, del Opus Dei, ambos muy apreciados en CiU. Sin embargo, en las últimas semanas cobra fuerza el nombre del obispo de Tarrasa, José Ángel Saiz Meneses, connotado por su frialdad respecto a los nacionalistas y la peor opción para ellos después de Antonio Cañizares.