No hay un solo político contrario al proceso separatista que no haya notado en primera persona los efectos de la retórica nacionalista del "España nos roba", del "España contra Cataluña" y del "derecho a decidir". Hasta ahora se habían registrado abucheos, gritos, amenazas e insultos por la calle, llamadas de teléfono a horas intempestivas en los domicilios particulares, la versión postal con fotos de los destinatarios entre dianas, pintadas en las fachadas próximas a los domicilios o en lugares de trabajo, en caso de concejales de pequeñas y medianas localidades. Pere Navarro, primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) y alcalde de Tarrasa durante diez años (2002-2012), ha experimentado en carne propia, como anteriormente Alejo Vidal-Quadras y Alberto Fernández y otros dirigentes, los efectos del discurso único catalanista. En esta ocasión, Navarro no llevaba escolta. Estaba en su ciudad, acudía a una comunión familiar, cuando una mujer al grito en catalán de "hijo de puta" le arreó un puñetazo en la cara, a las puertas de la catedral de Tarrasa.
Llevaba meses recibiendo más que insultos en unos episodios que su entorno califica de "violencia verbal", siempre de sectores separatistas y siempre en relación a la consulta. Pero lo que peor llevaba Navarro hasta ahora fue que involucraran a su propio padre, lo que sucedió en vísperas del pasado "Onze de Setembre", cuando se aireó que participaría en la cadena humana de la ANC. En su partido dicen que no saben ni quién es la mujer que le ha propinado el puñetazo ni por qué lo ha hecho, pero que todos "los incidentes anteriores llevan impreso el sello soberanista".
Ayer mismo la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, y la ministra de Trabajo, Fátima Bañez, pudieron comprobar el "sello soberanista" en muchos de los insultos que recibieron en la Fira d'Abril de Barcelona, la versión en Cataluña de la fiesta sevillana, pero también hubo crítica social, según una información de la web e-noticies. Algunas personas, en cambio, les expresaron su apoyo, les pidieron autógrafos y se fotografiaron con ellas mientras se dirigían a la caseta del PP.
El peculiar clima político generado por el independentismo institucionalizado amenaza tormenta. Las persianas de los partidos políticos "unionistas" reventadas son un testimonio que la Generalidad de CiU siempre se ha negado a considerar. Tampoco le pareció condenable que Jordi Cañas, el exdiputado de Ciutadans, fuera rodeado e insultado cuando paseaba con sus padres. O que unos jóvenes independentistas asaltaran y ocuparan la sede de UPyD en Barcelona. Los Mossos les tomaron la filiación, pero no detuvieron a nadie a pesar de que el conserje de este partido resultó herido leve. Ni tampoco pasaba nada cuando Albert Rivera recibía anónimos en el buzón de su domicilio particular con balas y fotos suyas ensangrentadas. Nunca pasa nada en Cataluña, un paisaje social de gente que pasea y compra rosas y libros, según las consignas de la Generalidad para el 23 de abril pasado.
Los nacionalistas insisten en negar que haya riesgo de fractura social y apostillan todas sus intervenciones con los adjetivos "pacífico" y "democrático". Es la versión del soberanismo dialogante. La versión contraria la daba días antes, en TV3, el diputado del PP Enric Millo, que denunciaba que cada vez le resulta más difícil ir por la calle sin que le insulten, que se empieza a generar un ambiente insano por el fomento desde los medios de comunicación de la idea de que quienes no están a favor del referéndum del 9-N son "malos catalanes" o "anticatalanes".
La delegada del Gobierno en Cataluña, Llanos de Luna, está en la misma lista que Millo, Rivera, Navarro, Sánchez Camacho, Cañas y cada vez más gente. Demasiados incidentes en los alrededores de su domicilio y muchas más llamadas con insultos y amenazas de muerte aconsejaron el traslado de la delegada a una residencia oficial de la Delegación del Gobierno.
En el caso de Pere Navarro, los Mossos no descartan ninguna hipótesis sobre la orientación de la agresión. Lo que la mujer, de mediana edad, no parecía era "una indigente o una antisistema", dicen en el entorno del dirigente socialista.