Pocas sesiones se recuerdan tan broncas, tan gritonas y tan espídicas como la de este miércoles. Tras materializar el pacto entre Gobierno y oposición para frenar el desafío separatista catalán, la mano tendida se ha convertido en una bofetada que se da de bruces con el entendimiento. Tras la calma, llega la tempestad.
"Ya tengo la sensación de que empiezan ustedes a ponerse nerviosos cuando deberían alegrarse porque hayamos sido capaces de darle la vuelta a la situación que un Gobierno como el que usted día presidía, generó. Ya está bien, señor Rubalcaba", decía el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en un tono muy distinto a la tranquilidad que le caracteriza.
La 'herencia recibida' cabreaba enormemente al líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que solicitaba al presidente del Congreso, Jesús Posada, un nuevo turno de palabra, en contra de los establecido en el reglamento que fija que es el Gobierno quien cierra todos los debates, incluidas las preguntas del control al Gobierno.
"Perdón, señor Rubalcaba. Cuando termine el turno de preguntas, con mucho gusto le daré la palabra pero ahora no puedo. Este es el sistema que hemos seguido siempre". Ante el griterío y las quejas de la bancada socialista, Posada se justificaba con el siguiente argumento: "La costumbre es la costumbre".
El siguiente asalto se producía en los pasillos donde Rubalcaba denunció que Rajoy y Posada "Le quita la autoridad moral a quien representa a siete millones de españoles aquí. Y le digo, señor Rajoy: ¿no se da cuenta que resulta usted increíble? ¿No se da cuenta que, con este rapto de furia, ha echado usted por tierra buena parte de los argumentos que defendimos ayer aquí, de la cámara seria? Es contradictorio el Rajoy de ayer con el Rajoy de hoy. Si es que no se puede con ellos".
Preguntado por los periodistas, Rubalcaba, visiblemente encendido, sólo acertó a zanjar las preguntas con un "Ya está, ya está, ya está".