Dedicado "a todos aquellos que abrazan el sindicalismo de forma honrada y que repudian la corrupción", Sindicatos S.A., Toxo y Méndez, los mandarines del sindicalismo obrero (Sekotia) recorre la maraña de irregularidades urdida desde la cúpula de los dos grandes sindicatos de izquierdas, UGT y CCOO, para que una parte importante de los fondos públicos que manejan se desvíen, casi por casualidad, hasta sus propios bolsillos.
Los periodistas Javier Algarra y Xavier Horcajo denuncian en esta obra que acaba de editar Sekotia la "corrupción que campa a sus anchas" en el seno de los sindicatos mayoritarios y que "filtra" a otras instancias de la vida pública, como señalaba el propio Algarra a Libertad Digital.
Todo arranca, recuerda Xavier Horcajo, "con una perversión" política que consiste en permitir a las organizaciones sindicales "que cobren por dar su consentimiento en los ERE". Eso, en el último caso conocido y que trata de desentrañar la juez Mercedes Alaya en Sevilla. Pero el cáncer de la corrupción que afecta a CCOO y UGT no sólo ha producido la metástasis de los ERE. Como escriben estos dos periodistas, también vimos "el escándalo de la PSV" el de "Mercasevilla" o el escándalo de "los cursos de formación". Tanto es así que el caso de los ERE "lo conocimos a partir del caso Mercasevilla, a base de poner prejubilados falsos en ERE y eso lleva a la investigación de lo que luego resulta que es el desvío sistemático hacia una serie de personas que se lo gastan para cuestiones privadas, algunas escandalosas como cocaína y fiestas", como explicaba Algarra.
En los orígenes de este sindicalismo de clase, de este sindicalismo de izquierdas se encuentra la historia personal de Ignacio Fernández Toxo, secretario general de CCOO y Cándido Méndez, mandamás de UGT. El primero "proviene de la liga comunista revolucionaria" y el segundo "a los 18 años ya persumía de no sé qué izquierdismos", recordaba Horcajo para añadir que en estas estructuras, dominadas por estos dos personajes –que han venido a apodar "mandarines del sindicalismo obrero"– tienen un "sustrato de medio" ya que "la manera de hacer de puertas adentro de UGT y CCOO sigue siendo comunista, sigue siendo marxista leninista".
Aunque, sin duda, Algarra y Horcajo coinciden en que uno de los casos más graves es el del "fraude con los cursos de formación ocupacional y de desempleados", donde "se calentó un sistema para que los sindicatos se sobrefinancien y tengan actividades absolutamente suntuarias, propias de mandarines del capitalismo obrero y eso se tiene que derribar". Es por esto, que ambos han decidido publicar sus irregularidades en este libro, huyendo de los datos sobre el estilo de vida de Toxo y Méndez, "para evitar que los críticos nos acusen de demagogia".
Sobre una de las defensas habituales que esgrimen los sindicatos, la de la representantividad, tanto Algarra como Horcajo desvelan en el libro la férrea opacidad que rodea a los resultados de las elecciones sindicales y, en última instancia, el escasísimo índice de representatividad que tienen. "Su representación de las elecciones sindicales es corto y sin embargo están autorizados a ser un instrumento fundamental para la negociación política. Por ese complejo democrático. Una vez acabado con el sindicalismo vertical, para ser democrático hay que tener sindicatos. Se convierten en un elemento de poder que tiene un grado de representatividad que no le corresponde. Y ahí están", lamentaba Algarra.
Ahora, "nadie se atreve a meterse con ellos, porque te pueden organizar escraches de todo tipo. Quien critique la mala gestión de los sindicatos será acusado de ir contra los intereses de los trabajadores. Cuando en realidad existe un mandarinato que son auténticos magnates que en ocasiones defraudan dinero público y que viven muy bien", decía Algarra. Ante esto, Horcajo se preguntaba: "Qué han hecho los sindicatos por los españoles en tiempos de crisis? ¿A qué están dispuestos a renunciar para mejorar la situación de los trabajadores? ¿Qué responsabilidades asumen los sindicatos con los trabajadores que se quedan en paro? Ninguno. No hay comedores, no hay ayudas... Su función en la crisis no es ninguna, sólo drenan fondos públicos para engañarnos con la formación ocupacional, y con los ERE."