El abogado y colaborador de El Mundo, Javier Gómez de Liaño, se despide hoy de Pedro J. en una carta en la que destaca "el servicio que el periódico ha prestado a la verdad" durante sus "años de director".
Utilizando el género epistolar -"Carta a Pedro J. o el sacrificio por la verdad"-, Liaño señala que "contigo la verdad no ha sido un secreto, sino una voceada noticia, algo que cada día era de dominio público. Recuerdo haberte oído decir que el mejor periodista no es el que primero da la información sino el que la da mejor".
"Para el lector de El Mundo", continúa Liaño, "la verdad jamás fue un aire viciado sino un viento sano y compartido. La libertad de expresión como la de informar en libertad no son dogmas de fe, sino nociones tangibles que se pueden ver, oír, oler, tocar y gustar (…) El Mundo, contigo al frente, ha hecho del periodismo la última verdad vestida, o desnuda, que también puede ser, con el noble y hermoso ropaje de la palabra".
También tiene Liaño palabras para su sucesor, Casimiro García-Abadillo. "Al igual que tú, tampoco yo tengo la menor duda de su talento, ni de su integridad personal, ni de su compromiso con todos los principios que presidieron la fundación de El Mundo". "Hoy más que nunca, queridos Pedro J. y Casimiro, es necesario que los enemigos de la libertad sepan que El Mundo no puede ser reducido a silencio, ni objeto de compra y venta por traficantes de la verdad, que van listos quienes pretendan implicar a su gente en el amoral tejemaneje de la política práctica y que a su director y al resto de periodistas no se les puede vestir de marionetas o de títeres escribientes al dictado (…) Que nadie ose poner sobre las páginas de El Mundo sus sucias manos, embadurnadas de mugrienta tinta".
El juez en excedencia y articulista anima a Pedro J. a que no deje el periodismo. "Para mí que todavía tienes mucha cuerda, de manera que el retorno siempre estará a la vuelta de la esquina y al alcance de tu mano".
Y concluye agradeciendo a Pedro J. su apoyo durante los durísimos años en los que el poder, entones en manos de Felipe González y Jesús Polanco, dueño de El País, quiso destruirle. "En aquellos años fuiste para mí el amigo que, generosamente y a tiempo, pusiste bálsamo reparador en la herida abierta de mi incertidumbre, tan a cuerpo limpio mantenida. Ahora que has dejado de ser director y yo he venido a más confortable situación, me emociona recordártelo aquí para que se entienda lo que, con el corazón en la mano y rebosante de gratitud, acabo de escribirte".