Después de las cerca de seis horas y media de declaración ante el juez Castro, la infanta Cristina salió del edificio de los juzgados tratando de mostrar una amplia sonrisa. Una actitud acorde a la de sus abogados que se esforzaron en mostrar una exultante satisfacción y negaron que la infanta hubiera tenido privilegios o que decidiera no contestar a las acusaciones populares, pese a que no lo hizo.
Doña Cristina estuvo durante ocho horas en las dependencias judiciales antes de salir -de nuevo en coche- hasta el aeropuerto, donde cogió un avión de la compañía Vueling de vuelta a Madrid. Allí, un coche la recogió y la acercó hasta el palacio de la Zarzuela, donde descansó en la casa de su padre para coger este domingo un avión de vuelta a su domicilio familiar en Ginebra.
La infanta volado este domingo por la mañana a Ginebra en un vuelo regular. La Casa del Rey no ha confirmado que doña Cristina haya pernoctado en el Palacio de la Zarzuela y tampoco su viaje a Ginebra, porque esta institución no informa sobre desplazamientos privados de los miembros de la Familia Real.
Pero si la declaración ante el juez ha sido polémica, tanto por lo declarado como por los múltiples privilegios que han rodeado su cita con la Justicia -pese a que sus abogados se empeñen en decir lo contrario-, también lo ha sido su regreso a Madrid. Sentada en primera clase del avión de Vueling, la infanta compartió aeronave con multitud de periodistas que decidieron volver a la capital en la noche del sábado.
En concreto, una reportera de Telecinco contó el sábado por la noche -en Abre los ojos... y mira- su peripecia en el aeropuerto y su vuelo con la infanta. "Averiguamos que estaban reservando diferentes vuelos a nombre de la infanta Cristina", señaló. Finalmente, desde el programa le confirmaron que doña Cristina viajaría "a Madrid en el vuelo de las 19.15 horas". Ella y su compañero acudieron a la ventanilla; "quedaban cinco minutos para que cerraran la puerta de embarque". Y compraron dos billetes en clase preferente.
Su sorpresa fue cuando entraron al avión y la infanta ya estaba en su asiento. "Yo pensaba que la iban a hacer embarcar la última". Pero no fue así, por lo que tuvo que esperar 20 minutos a que entrara todo el pasaje. "Ella saludaba y sonreía", contó la reportera. Es más, una pareja le espetó: "Bueno, enhorabuena, ya te lo has quitado de encima".
Doña Cristina había reservado la primera fila del avión. Ella se sentó en el asiento cercano a la ventanilla, a su lado, uno de sus guardaespaldas; al otro lado del pasillo -también en primera fila- otro de sus escoltas. Esta reportera y su compañero estaban situados justo detrás, en segunda fila, por lo que su "visión era perfecta", manifestó. Y entonces la reportera comenzó a relatar cómo uno de los escoltas "controlaba" a los pasajeros cercanos. "Afortunadamente no se dio cuenta" de la cámara que llevaban, se felicitó. El que estaba a su lado "le iba contando anécdotas (a la infanta); yo creo que para que no pensara" en su declaración, opinó. Doña Cristina se mostraba distendida, "reía mucho, a carcajada limpia"; es más, hubo un momento en que "se levantó, y yo la he visto llorar de risa", afirmó.
Además, este domingo se ha roto uno de los tabúes más importantes que había establecido la Justicia en connivencia con el equipo de abogados de la infanta y que consistía en evitar a toda costa que se publicaran imágenes de la hija del Rey sentada en el banquillo. Pues bien, la segunda edición del diario El Mundo de este domingo lleva en su portada una fotografía de la infanta que, pese a la escasa nitidez de la misma, muestra claramente el momento del interrogatorio de la infanta.
Tras declarar en Palma y descansar en Madrid, la infanta viaja este domingo a Ginebra, donde se encuentra su domicilio familiar junto a su esposo Iñaki Urdangarín y sus hijos.