El presidente de la Generalidad, Artur Mas, no quería fotos en el acto organizado por el empresario Luis Conde en su masía de Fonteta (Gerona). En la cumbre de la sociedad civil catalana con políticos del PP y de CiU todo estaba dispuesto para facilitar el diálogo y rehacer puentes. Un marco espectacular, en el Baix Empordà, un evento con fines benéficos (fondos para una asociación de discapacitados), la flor y nata de todos los círculos catalanes, del Ecuestre al de Ecomomía, la patronal y hasta algún que otro socialista, así como un blindaje contra periodistas y curiosos más propio de un concierto de Justin Bieber que de una reunión político-empresarial.
Pese a las prevenciones y disposiciones de Mas, es inevitable que trasciendan los detalles dada la nutrida concurrencia. Doscientas sesenta personas se dieron cita en la finca, hasta el punto de que no cabían todos en el interior y se hubo de recurrir a una carpa exterior para acoger a tanto comensal. Como no era un día precisamente apacible el pasado sábado, los relegados se mostraron incómodos, además de ninguneados.
El "mas" de Fonteta fue el escenario también de la destemplanza de Artur Mas, que evitó todo contacto no sólo con los políticos y ministros del PP -de hecho pidió garantías de que no se le sentaría ni con Alicia Sánchez-Camacho ni con ningún ministro que rebajara su condición institucional- sino con muchos de los presentes, algunos de los cuales subrayaron los malos modos, el gesto áspero y los incómodos silencios que protagoniza el personaje. Además, algunos empresarios se han distanciado notablemente de Mas, pero no así de Jordi Pujol y de otros dirigentes nacionalistas que también estaban en la "cumbre" político-empresarial.
Otro detalle, no por anecdótico menos interesante, es que las mesas se identificaban por los nombres de la variedades de uva de la finca. La mesa de Mas era la "Cabernet Sauvignon", en la que se acomodaban el anfitrión, la esposa de Mas, la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, Javier Godó, editor de La Vanguardia, Joan Rosell, presidente de la patronal, Josep María Nin, de la Caixa, y Antoni Brufau, de Repsol.
A la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, y al líder del PSC, Pere Navarro, los sentaron juntos y lejos de Mas, en la mesa bautizada "Tempranillo".