El Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME), el general Jaime Domínguez Buj, presidió este domingo en el Cuartel General del Ejercito los actos conmemorativos de la patrona del Arma de Infantería, 429 años después del denominado Milagro de Empel, que convertiría a la Inmaculada Concepción en la protectora de los infantes españoles.
El acto comenzó pasadas las 11.30 horas, con la llegada del JEME a la plaza de armas del Palacio de Buenavista, en el Cuartel General del Ejército de Tierra, engalanada para la ocasión, en la que formaban una escuadra de Gastadores, una unidad de música, así como mandos y fusileros del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey nº1, vestidos todos con uniforme de 1908.
A continuación tuvo lugar la incorporación de la Enseña Nacional y, tras rendir honores, el general Jaime Domínguez Buj pasó revista a la tropa. Fue momento entonces para la entrega de medallas y condecoraciones del año, que dio paso a la alocución del coronel del Regimiento, que recordó el origen histórico de que la Inmaculada Concepción sea la patrona del Arma de Infantería.
Como es tradición, el acto concluyó con un emotivo homenaje a los que dieron su vida por España, con especial recuerdo al cabo Francisco Gómez Agudo, fallecido en acto de servicio en 2013, seguido del canto del himno de Infantería y un breve desfile.
El Milagro de Empel
El conocido como Milagro de Empel tuvo lugar entre el 7 y 8 de noviembre de 1585, en plena Guerra de los Ochenta Años o Guerra de Flandes, cuando las 17 provincias que componían los Países Bajos se levantaron en armas contra Felipe II, poco después de que su padre, Carlos I de España, le legara el trono. Los Tercios españoles fueron enviados a estos territorios para intentar poner orden.
El Tercio comandado por el Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, con cinco mil hombres a su mando, se encontraba sitiado en la isla de Bommel, entre los ríos Mosa y Waal, por la escuadra del almirante Holak, compuesta por un número mucho mayor de efectivos y más de un centenar de buques de guerra. La situación era casi desesperada, pues al estrechamiento del cerco se unía la escasez de víveres y la falta de ropa seca de un ejército casi harapiento.
El almirante rebelde propuso entonces a los españoles una rendición honrosa, lo que no fue aceptado por el Tercio: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos", respondió el mando español. Tras esta decisión, Holak ordenó romper los diques de los ríos para inundar la zona ocupada por las tropas españolas, que no tuvieron más remedio que refugiarse en el pequeño montecillo de Empel.
Los soldados del Tercio comenzaron a cavar una trinchera para defenderse del más que seguro ataque rebelde, momento en el que uno de los mismos encontró una tablilla flamenca de madera con una imagen de la Inmaculada Concepción. La imagen fue colocada en un improvisado altar. El Maestre lo consideró una señal divina e instó a sus solados a luchar encomendándose a la Inmaculada Concepción.
Un inusual y helador viento congeló durante la noche las aguas del río Mosa, lo que permitió al Tercio español atacar por sorpresa las tropas enemigas al amanecer del día 8, consiguiendo una rotunda victoria. Tal fue, que el propio almirante Holak llegó a decir: "Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro". Aquel mismo día la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios españoles.