Comparen y saquen sus propias conclusiones, instan en la Moncloa. Hace dos años, la fotografía que ofrecía España era la de un país al borde del precipicio; "nadie" creía en sus instituciones -sus informes eran papel mojado para el FMI o la Unión Europea- y una amplia mayoría creía que el rescate total era la única opción. Hoy, de esa intervención se ha pasado a "cuán grande será" la recuperación, en palabras del presidente. Se aspira a una "remontada potente", y se es optimista.
Han sido dos años duros, de mucha presión. Desde hace unos pocos meses, arrecian los elogios y las palmaditas en la espalda -de organismos económicos y empresarios, por ejemplo- pero hubo un tiempo en el que se dormía poco y se necesitaba "templanza" para no tomar decisiones equivocadas e irreversibles. En el Gobierno sacan pecho ahora de que Mariano Rajoy mantuvo la cabeza fría "y no se dejó llevar por la marea". Un manejo de los tiempos que, eso sí, en ocasiones exaspera.
"Del rescate a la recuperación a través de las reformas y gracias al esfuerzo y a la responsabilidad de la sociedad española", radiografía un ministro para este diario; las "4R" ofrece como titular. El presidente quiere lanzar un mensaje muy claro a Europa: las reformas van a continuar. Existe un calendario: el programa fiscal verá la luz a primeros de 2014 -la bajada de impuestos se oficializará ya entrado el año- y se trabaja en cuadrar la financiación autonómica y municipal. "No se improvisa, está todo escrito", defienden los asesores del presidente.
Todos los consultados insisten en esas dos instantáneas: la de la España de ayer y la de hoy. "Estamos cumpliendo con lo prometido y pronto volveremos al 100% al programa electoral", aseguran. La economía seguirá siendo el tema capital; la llave para ganar los comicios que se avecinan. Así lo piensa Rajoy, con los papeles de Pedro Arriola -su sociólogo de cabecera, al que se le presupone parte del éxito de 2008- en la mano.
Los ministros económicos desprenden optimismo. Defienden que los indicadores apuntan a una recuperación vigorosa y que tendrá impacto real en el empleo. En la intimidad ya hablan de fin de la crisis. Mientras, en público, Rajoy guarda las formas: "No nos hemos ganado el derecho a relajarnos, ni siquiera un minuto", proclamó recientemente ante unos empresarios que siguen sin ver que el crédito fluya. Este miércoles, hizo un breve balance en los pasillos del Congreso: "Las cosas no eran fáciles y siguen sin serlo, pero creo que se ha trabajado bien". En todo caso, dio las "gracias" por el esfuerzo a los españoles, y resumió destacando que "las cosas están hoy un poco mejor".
El presidente sale poco de la Moncloa. Las cenas con amigos o con personajes clave -él es siempre defensor de la discreción- las hace en la residencia oficial. Apenas se da una vuelta o acude a un restaurante si no es aprovechando un viaje programado. Galicia en verano es su única desconexión. Además, ha cambiado sus largas y tempranas caminatas en la época de oposición por la cinta estática -sigue haciendo deporte cada vez que puede-. El síndrome monclovita existe, pero sus ministros aseguran que Rajoy tiene muy claro lo que pasa en la calle, aunque apenas la pise. "Está estupendamente, con ilusión y trabajando duro", afirma un ministro.
Cataluña y Bárcenas
Rajoy jamás pensó en dimitir. De hecho, quiere volver a presentarse. Ni en los peores momentos de la crisis ni tampoco cuando el diario El Mundo publicó sus mensajes de móvil a Luis Bárcenas y el partido apunto estuvo de derrumbarse. Ni el Ejecutivo ni en Génova quiere cambios. Cada vez son más los que piensan que no habrá crisis de Gobierno como tal; él mismo ha tranquilizado recientemente a los suyos. "Mi compromiso es de cuatro años", les dijo. En el PP, María Dolores de Cospedal seguirá como secretaria general, al menos, lo que resta de legislatura.
Ministros y altos cargos del PP ven en el fin de la recesión la aparición de nuevos frentes. El cambio del presidente sobre la ofensiva secesionista es palpable: sus últimos discursos han sido más contundentes y, en privado, no duda a la hora de afirmar que recurrirá al Tribunal Constitucional si se convoca una consulta. "No tengo nada que dialogar sobre los artículos 1 y 2 de la Constitución", promete el presidente.
Cataluña centrará el debate político, pero Rajoy insistirá en la economía. Bárcenas volverá al primer plano, pero él venderá los indicadores de la recuperación. Habrá jaleos internos, nuevas revueltas de sus barones y más avisos de José María Aznar, pero tratará de reconducir el debate. Si sus previsiones se cumplen y España sale de la crisis, el presidente cree que los españoles se lo premiarán. La cocina de las encuestas apunta a que lo peor ya ha pasado y están en ascenso: no auguran ese descalabro del que algunos hablan en las elecciones europeas.
La reconciliación con las bases
"Reformas y responsabilidad, siempre", es el resumen. "Ya nadie duda de la credibilidad de España", aseguran. Y se empieza, poco a poco, a ganar peso fuera: ""Sólo basta comparar el primer G-20 y el segundo o el papel del presidente en los 12 Consejos Europeos que llevamos", en opinión de uno de sus asesores. Rajoy aspira a una "remontada potente", a dos años de noticias cada vez mejores. A la reconciliación con su base electoral, algo que le preocupa, más aún después de la sentencia de la doctrina Parot. "No estamos negociando con ETA, eso es radicalmente falso", se enfadan con la pregunta.
"A estas alturas no le vais a cambiar", dicen los ministros sobre Rajoy. Al presidente no le gusta la prensa, pero se ve obligado a convivir con ella. Lleva mucho en política, y presume de conocer bien de qué va el asunto. Nadie le tose en el Gobierno y en el PP, nadie. A las elecciones de 2015 quiere llegar con una España en marcha y unida. Si consigue eso, está convencido de que volverá a gobernar.