El único de los trenes que fue atacada el 11 de marzo de 2004 en Madrid que no fue desguazado fue el tren de Santa Eugenia. También fue el único de los trenes que sólo sufrió una explosión y el único por cuya bomba hay un condenado como autor material de los atentados. Tras los atentados, el tren fue trasladado a la estación de Vicálcaro y allí permaneció almacenado hasta el 11 de septiembre de aquel mismo año, seis meses después de la masacre, cuando fue enviado a los talleres de la emrpresa Tafesa, en el barrio madrileño de Villaverde.
(El coche de Santa Eugenia el 17 de marzo de 2004 en Vicálvaro | CSR)
A partir de aquel 11 de septiembre de 2004, comenzó la reparación del vagón. En aquel periodo, la vigilancia de Renfe, la Policía y la Guardia Civil visitaron los talleres. Se trata del mismo periodo en el que peritos de la Policía y la Guardia Civil estaba realizando un informe en torno al punto donde estaba colocado cada artefacto. En dicho informe, los peritos destacaron que el estudio de los efectos (incluido el mobiliario de los vagones), junto a los resultados de los análisis químicos realizados era determinante para establecer la cantidad y tipo de explosivo utilizado en cada artefacto.
En cualquier caso, pese al informe de los citados peritos y de que el vagón de Santa Eugenia era el único que no había sido enviado al desguace, el informe final de Policía y Guardia Civil no se menciona resto alguno del tren de Santa Eugenia. Se da la circunstancia adicional de que en ninguno de los informes periciales figura la existencia de un cráter en el suelo del foco de la explosión y dieron como ubicación de la bomba la bandeja portaequipajes.
(Cráter en el suelo del coche 4 de Santa Eugenia | CSR)
Meses después, en julio de 2005, el tren de Santa Eugenia, ya reparado, se incorporó al servicio en Madrid, mientras los restos de su foco de explosión quedaban guardados en el cobertizo del taller de Tafesa. Desde entonces, nada se supo del foco de explosión de Santa Eugenia (el único que permanecía intacto) hasta ocho años después, cuando lo descubrió Libertad Digital.
Fue el 28 de febrero de 2012, cuando Libertad Digital publicó el hallazgo de los restos del tren de Santa Eugenia en las instalaciones de Tafesa. El mismo día de la publicación de la noticia, el personal de Tafesa, procedió a acondicionar y asegurar con celeridad el cerramiento de chapas del cobertizo en el que se guardaba el vagón. Para entonces, Tafesa había sido declarada en concurso de acreedores.
(Cobertizo del almacén de Tafesa, encontrado por LD | CSR)
Aquella información provocó un gran revuelo mediático. Tanto que el fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, anunciaba el 2 de marzo de 2012 que había dado la orden a la Fiscalía de Madrid para que iniciara una investigación para esclarecer el valor probatorio de los restos y la posible existencia de un delito de ocultación de pruebas. Cinco días después, la Guardia Civil procedía a precintar el cobertizo en el que se guardaban los restos y se establecía una vigilancia en la entrada a los talleres.
(Foto tomada el 28 de febrero de 2011, agentes de seguridad acondicionan el cobertizo que guarda los restos del foco de Santa Eugenia | CSR)
El 6 de junio de 2012 la Fiscalía de Madrid informaba haber decretado el archivo de las diligencias abiertas sobre este asunto. En su nota de prensa, la Fiscalía daba los motivos en los que se basaba este archivo:
No se ha apreciado ninguna actuación de ocultación o manipulación de los referidos restos que pudiera hacer pensar en una desaparición de objetos de pruebas, al contrario. Todo ello se llevó a cabo con pleno conocimiento de los órganos judiciales de la instrucción de la causa y del enjuiciamiento, que fueron informados en su momento.
(Precinto en el cobertizo | CSR)
En cambio, en su escrito no se pronuncia sobre el valor probatorio de los restos ni valora la importancia que pudieran tener los restos por sí mismos. Así, los restos quedaron precintados y a disposición del juzgado central de instrucción número 6 de la Audiencia Nacional. Pero la vigilancia casi desapareció enseguida en los talleres de Tafesa. Durante los meses posteriores, podía observarse algunas violaciones del precinto y también la guardia de algún vigilante armado junto a la estructura de chapa.
(Foto del cobertizo el 7 de marzo de 2013 | CSR)
En mayo de 2013, el adminitrador concursal autorizó la entrada en las instalaciones para sacar todo lo que pudiera ser de algún valor en la liquidación de la compañía, y efectivamente, durante unos días pudo verse cómo se desmantelaba lo todavía aprovechable del taller. Ya en julio, se procedió a la devolución de los terrenos a Adif, quien los había tenido arrendados a Tafesa. Y empezó inmediatamente el desmantelamiento del cobertizo. El nueve de junio habían desaparecido los precintos de la entrada al cobertizo.
(Fotografía del cobertizo el 9 de julio de 2013 | CSR)
El estado y posición del cobertizo sugerían que el local permaneció intacto desde su descubrimiento, se precintó sin haber movido nada. La investigación que durante tres meses realizó la Fiscalía se hizo sin siquiera mirar lo que había dentro, pues los precintos no se movieron, y el juzgado número 6 tampoco se asomó a ver qué había allí dentro.
21 de septiembre de 2013. Libertad Digital descubre tan sólo un año y tres meses después de que se cerraran las diligencias de investigación de los restos abiertas a instancias de la Fiscalía General del Estado por parte de la Fiscalía de Madrid, los almacenes que albergaban los restos están desiertos y medio en ruinas. Grafitis y desechos son lo único que campa a sus anchas por las instalaciones, donde el cobertizo que aún alberga restos del vagón explosionado, aparece desprecintado y visiblemente abandonado. Cabe recordar que tras archivar la investigación, la Fiscalía dejó la custodia de los restos a disposición del Juzgado de Instrucción número 6 de Madrid, sin que haya trascendido información en contrario durante estos últimos meses.
(Abandono de almacenes de Tafesa | CSR)
Octubre de 2013. La reacción a lo que estaba pasando en las instalaciones recuperadas por Adif fue la colocación de unos carteles de "peligro desprendimiento" en las puertas metálicas de entrada a las instalaciones. Se asumía, por lo tanto, que el paso al recinto era libre. Ante la dejadez del propietario, la reacción de los visitantes fue llevarse los carteles y hasta las propieas puertas en los que estaban colocados. Se hacía así posible la entrada de grandes vehículos.
(En octubre pasaron de advertir riesgo de desprendimiento en las puertas a que desaparecieran las puertas | CSR)
A finales de octubre, cuando aún quedaba la última pieza del tren, la entrda estaba vigilada por policías y vigilantes privados de Adif, conocedores de que allí había restos del 11-M. Mientras, en el interior, seguía el desguace. El 25 de octubre, había desaparecido el último resto del tren de Santa Eugenia, y ya no había nadie vigilando. Una vez desaparecidos todos los restos del tren, ya no había nada que investigar ni vigilar.
Finalmente, el dos de noviembre, la entrada aparecía de nuevo cerrada, esta vez con una valla de reja metálica. Tras ella, unos agentes de seguridad de Adif, con su vehículo, vigilaban el acceso. Y así desapareció todo rastro del foco de explosión de Santa Eugenia. Ese foco que se coservó durante años con una cadena de custodia "perfectamente conocida", como decía la Fiscalía General del Estado. Que se sepa, aún no se ha dado orden o permiso de desprecintado del cobertizo. Ningún organismo oficial lo ha abierto para estudiar su contendido. Los únicos que entraron en su interior fueron visitantes furtivos nunca perseguidos por la violación de los precintos.
(Las instalaciones, derruidas y el cobertizo, desaparecido | CSR)