La Guardia Civil se hace cargo cada año de unos mil artefactos explosivos procedentes de la Guerra Civil, pero solo son una muestra de los que también encuentran los coleccionistas que, sin ser conscientes del peligro que entrañan, los guardan como un tesoro en sus casas.
No por antiguos son menos peligrosos. Todo lo contrario. Según explica a Efe Carlos Vicario, del Servicio de Desactivación de Explosivos y Defensa NRBQ de la Guardia Civil, precisamente esos artefactos tienen más riesgo porque sus sistemas de seguridad se han deteriorado con el paso del tiempo y en cualquier momento pueden explosionar. Un ejemplo de su peligrosidad es el último incidente del que ha tenido constancia la Guardia Civil, ocurrido en la localidad madrileña de San Martín de la Vega, donde una persona resultó herida grave al manipular un proyectil de artillería de la guerra.
Vicario cifra en unos mil artefactos de la guerra del 36 los que los ciudadanos ponen en manos del Instituto Armado cada año, que, en su mayoría, son proyectiles de artillería, granadas de mortero y de mano e, incluso y en menor medida, bombas de aviación, enterradas a más profundidad y que, por tanto, tardan más años en aflorar.
Aunque parezca increíble, a pesar de las mil piezas entregadas cada año a la Guardia Civil y las incontables que hallan coleccionistas y ciudadanos anónimos sin informar de ello, los agentes del Servicio de Explosivos no han detectado una tendencia a la baja en el número de artefactos. Y eso da idea de los miles y miles de piezas enterradas en toda la geografía española, pero sobre todo en las zonas donde el frente de uno y otro bando fue más estable, como el de Madrid o el del Ebro. Desde ambas posiciones se lanzaban los artefactos, pero algunos no llegaban a explosionar por las razones que fuera, subraya Vicario, quien avisa de que hasta los trozos de hierro más herrumbrosos que pueden encontrarse tienen explosivo que "funciona".
Zaragoza, donde más se han destruído
Pero no son solo piezas de la guerra las que caen en manos de la Guardia Civil para su desactivación. Cohetes granífugos, bombas extintoras de incendios, bengalas de señalización, espoletas, granadas de fusil, artefactos pirotécnicos o botes de humo son otros de los peligrosos objetos que los agentes tienen finalmente que desactivar.
En lo que va de año, la Guardia Civil ha recuperado 11.535 efectos y ha tenido que destruir 440. Por provincias, Zaragoza encabeza la lista de artefactos destruidos, con 37, por delante de los 35 de Ciudad Real y los 32 de Valencia. Y entre los más de 11.500 objetos recuperados, destacan las 7.137 bombas extintoras de incendios o los 584 cohetes granífugos, compuestos de yoduro de plata y utilizados, sobre todo hace unos años, para lanzarlos contra las nubes y evitar la condensación de agua, es decir, el granizo con el fin de proteger las cosechas de las tormentas. Un total de 315 granadas de mortero y 240 proyectiles de artillería figuran también entre los efectos recuperados.
Cada caso se estudia detenidamente por los artificieros, que le ponen la correspondiente carga explosiva y destruyen el artefacto en lugares controlados donde se ocasione el menor daño posible al entorno y ninguno a las personas. La Guardia Civil quiere recordar a los ciudadanos que por "más viejo y roto" que pueda encontrarse el artefacto que hallen, "puede tener el mismo poder destructor" que cualquier otro, porque ha sido diseñado para matar o mutilar, subraya Vicario.
Por ello, este "tedax" pide a los ciudadanos que no toquen ni muevan el artefacto hallado, lo señalicen con piedras o ramas y avisen a la Guardia Civil. Y también que desconfíen de los consejos de personas que supuestamente conocen ese material porque alguna vez en su vida lo han utilizado y que no intenten desactivarlo. Se trata, insiste Vicario, de evitar accidentes, que en muchos casos pueden ser graves, por lo que la Guardia Civil no ve con buenos ojos el coleccionismo de estas piezas, ya que supone trasladar el peligro del campo a la propia casa porque el tesoro puede estallarle en las manos.