Cuando se cumplían veinte días de su entrevista en Antena 3, José María Aznar ha vuelto a dar un nuevo aldabonazo a su partido y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recordándole a éste que once millones de españoles le votaron hace dieciocho meses "para dar continuidad al proyecto nacional que formuló el PP ante los españoles y en el que los votantes se reconocieron".
El escenario de este segundo toque de atención de Aznar fue el mítico Club Siglo XXI –el equivalente en los foros políticos a la ahora finiquitada catedral de San Mamés en el futbol- y ante una concurrencia tan numerosa como variopinta. Los organizadores del acto tuvieron que habilitar un salón con mil cien sillas ante la avalancha de peticiones para oír al expresidente del Gobierno.
Y en canto a lo variopinto de público, juzguen ustedes mismos: desde el presidente del Atlético de Madrid y empresario, Enrique Cerezo, pasando por Fernando Fernández Tapias, el Presidente de Mensajeros por la Paz, el Padre Ángel, el restaurador Lucio, Arturo Fernández, Luis del Rivero, Alberto Aza, Pío Cabanillas, Luis María Ansón, José María Álvarez del Manzano, Carlos Bustelo, Miguel Ángel Rodríguez, el exsecretario de Estado de Comunicación con Zapatero, Fernando Moraleda, acabando con empresarios de la comunicación como Enrique Ibarra, Catalina Luca de Tena o Julio Ariza.
Moncloa se lo debió de pensar dos veces y a última hora acudieron a la conferencia la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el ministro de Industria, José Manuel Soria. Génova no se lo debió de pensar ni una sola vez, porque al final sólo estuvo el vicesecretario de Organización, Carlos Floriano. Ausencia de la secretaria general, María Dolores de Cospedal y de los otros dos vicesecretarios, Javier Arenas y Esteban González Pons. En cuanto a diputados o senadores, estaban los "fijos" –ni uno mas ni uno menos- en actos de Aznar: Ignacio Astarloa, Cayetana Álvarez de Toledo, Gabriel Elorriaga, Carlos Aragonés, Juan José Lucas o Pablo Casado. De la Comunidad de Madrid, el consejero de Sanidad, Javier Fernández Lasquetty.
La intervención de Aznar –seguramente porque el formato del acto invitaba a ello- fue más moderada y sosegada en la forma, pero igual de contundente en el fondo que sus declaraciones televisivas que tanta polémica crearon y que tanto escocieron en el gobierno y en el actual aparato del PP.
Aznar habla de política y no se limita, con ser muy importante en estos momentos, a la economía. Porque hablar de política es decir que a quien le corresponde en estos momentos, debe "dejar claro que no está abierta la discusión sobre la Nación española ni sobre su soberanía. Asegurar que cualquier acuerdo nuevo se haga para reforzar la Nación y no para debilitarla". Oyendo esto, no es de extrañar que los nacionalistas de todo signo y condición no quieran oír hablar de Aznar ni de una posible vuelta –en su conferencia de este lunes no hizo ni la más mínima referencia al respecto- pero es menos entendible que seguramente eso tampoco guste en Moncloa y en Génova.
¿Por qué molesta Aznar? ¿Es quizás porque lo que dice conecta en gran medida con el sentir de muchos militantes y votantes del PP que se sienten desconcertados y desmoralizados con el actual Gobierno? ¿O es porque no se resigna al chantaje y a la deslealtad de los nacionalistas o a esa supuesta superioridad moral de la izquierda? ¿O porque durante sus ocho años al frente del Gobierno se crearon cinco millones de puestos de trabajo? ¿O porque mientras estuvo en la Moncloa, al terrorismo se le combatió sólo con la ley pero con todo el peso de ésta, sin concesiones ni negociaciones de ningún tipo?
No sé por qué molesta Aznar, pero me temo que éste es para muchos, no todos, de los actuales dirigentes del PP –en el Gobierno y en el partido- como la voz de su conciencia. Saben que tiene bastante razón en lo que dice, pero nunca se la darán, al menos en la plaza pública. Y en privado, por lo que se sabe de la reunión que tuvo con Rajoy, tampoco.