Rubalcaba, convencido de que "el tiempo le dará la razón"
Primero, el fin de las políticas de austeridad; ahora, la reforma fiscal; y, por último, un pacto económico europeo.
En la larga agonía de su travesía en el desierto, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, vive su momento más dulce. El dique de contención para frenar las primarias funciona, los futuros candidatos –Patxi López, Eduardo Madina y Carmen Chacón- tienen de momento sus labios sellados –al menos públicamente- y, calmado el debate interno, puede dedicarse en cuerpo y alma a liderar la oposición parlamentaria, mandato que el PSOE le otorgó y cuyos díscolos no le han permitido liderar hasta el momento.
Desde que fuera elegido líder del PSOE, Rubalcaba ha perdido predicamento interno, credibilidad externa y confianza en sí mismo, pero no la habilidad que le convirtió en el auténtico superviviente de la política española: su capacidad de negociar en la sombra. Y, por primera vez en lo que va de legislatura, sus esfuerzos no han sido en vano y ha conseguido volver –no sin muchos tropiezos- a la oposición útil con la que inició su mandato en el PSOE y que motivó las primeras oleadas de crítica interna por la llamada "oposición de tierra quemada".
Entiende Rubalcaba que "el tiempo le está dando la razón". Recuerda, cada vez con más frecuencia, que fue él el primero que hablaba de políticas de estímulo al crecimiento porque "sólo con austeridad no llegamos, ¿os acordáis?". Los vientos de Europa le son cada vez más favorables. También en relación a la política fiscal, habida cuenta que la reforma fiscal anunciada este viernes por el Ejecutivo ha sido y es una de sus principales demandas. Y, por último, un pacto de estado que concentra la idea fuerza de todas sus intervenciones desde hace semanas.
Es el mismo pacto que pidió al inicio de la legislatura. La diferencia radica en el contexto político. La sangría en las encuestas y el creciente malestar callejero le ha hecho entender al líder del PSOE que su lugar no es en la calle manifestándose junto a los sindicatos, como al inicio de la legislatura; ni pidiendo la dimisión del jefe del Ejecutivo por las informaciones sobre Bárcenas . Rubalcaba quiere ahora estar al lado de Rajoy y no enfrente, y por ello ha pasado de las palabras a los hechos. Exactamente lo que pidió el Ejecutivo: demostrar su voluntad real de pacto.
Su petición de pacto se concretó hace dos semanas cuando el PSOE anunció que no presentaría enmienda a la totalidad a la ley de Transparencia, emblema del Gobierno Rajoy. El escollo relativo al Código de Buen Gobierno que permitiría al ministerio de Hacienda sancionar a las administraciones incumplidoras no motivó, por primera vez en la legislatura, la petición de devolución del texto al Gobierno. La ponente Meritxel Batet llegó incluso a congratularse en rueda de prensa por la "voluntad negociadora del Ejecutivo". Se movió Rubalcaba. Y después, el Gobierno. Este mismo jueves, y tras una conversación en los pasillos de la cámara baja con el también ponente socialista, José Enrique Serrano, Soraya Sáenz de Santamaría anunciaba desde la tribuna del Congreso que el escollo se retiraba. Se mantendrán las sanciones, pero no será el departamento de Cristóbal Montoro quien las aplique.
Un gesto tras otro que se desarrolló de forma paralela a los contactos entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. La sesión de control de guante blanco del pasado miércoles no fue más que la escenificación entre ambos de que ése era el camino. "Hablé ayer con Rajoy después de la pregunta", desveló Rubalcaba al día siguiente. En teoría, para preguntarle "¿quiere algo? ¿Hace falta algo?" sobre la reunión que ambos mantuvieron, por separado, con el canciller austriaco. Pero en la práctica, para tantear y medir las distancias de cara a un pacto que cada vez está más cerca. "Si él me dice que diga algo yo lo digo", dijo también Rubalcaba un día antes de centrar todo su discurso en pedir otros "pactos de la Moncloa" el viernes desde Sitges. Mariano Rajoy prometió el miércoles en el Congreso "haré todo lo que esté en mi mano por mejorar los canales de comunicación". Y eso exactamente es lo que está ocurriendo entre ambos. Alfredo y Mariano se mueven y, esta vez, no en direcciones opuestas.
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