"Cuando el río suena, agua lleva". De esta forma, Felipe González confirmó que la semana pasada, el mismo día que José María Aznar rompía su silencio, despachaba con Mariano Rajoy en la Moncloa, información que avanzó ABC. De nuevo, una reunión discreta completamente fuera de la agenda pública. "Sea cual sea el color del Gobierno, siempre estoy disponible para hablar y compartir con el presidente del Gobierno. Me corresponde como papel institucional", argumentó desde París, en un receso del foro Berggruen en el que participa.
El expresidente nada quiso desvelar del contenido de su reunión. De hecho, recalcó: "No tengo por qué confirmar, no me corresponde". Un portavoz autorizado del Ejecutivo acabó confirmando este extremo, aunque quiso enfatizar: "El presidente se reúne con mucha gente y no tiene por costumbre comentarlo". Lo que sí hizo González fue contraponer su perfil de diálogo frente a la irrupción de Aznar: "Cada uno se atribuye el papel que quiere", declaró, sin querer "calificar" la decisión del líder de FAES de dar su versión sobre lo que ocurre en España.
A González se le vio relajado ante los periodistas. Frente a su disponibilidad a "cooperar y ayudar" pese a "discrepar", situó la "absoluta libertad" de Aznar "para definir sus propias posiciones". Cabe recordar que el expresidente no dijo nada en Antena3 que Rajoy no escuchara de su propia boca en la larga, y única, conversación que habían mantenido recientemente, y que ambas partes confirmaron.
"Si quiere volver, que vuelva, ningún problema, está muy bien", dijo el socialista con media sonrisa. Él no lo hará, según insistió. El dardo más claro contra su rival en las urnas vino a propósito de los motivos que podrían llevar a Aznar a dar el paso: "Lo único que me inquietaría es que se sintiera obligado para salvar la patria".
No se mostró tan cómodo a la hora de entrar en terreno propio. "No he sido consciente" de las críticas de Alfonso Guerra, dijo. Le insistieron: "Estoy en París, no he visto ni tan siquiera la presentación y ni mucho menos he leído las memorias". Y en este punto llegó el rejonazo: "No creo que vaya a dedicar lo que me queda de vida a leer esas cosas".