"Se está muriendo, por favor, vengan ya"
El Mundo difunde varias de estas comunicaciones, en las que contrasta la angustia de los amigos con la frialdad del operario de la centralita.
Las llamadas telefónicas al Samur de los amigos de las chicas fallecidas en el Madrid Arena revelan cómo las ambulancias no pudieron entrar en los momentos más críticos a atender a las víctimas debido al caos que reinaba en el recinto.
El Mundo difunde este jueves varias de estas comunicaciones, en las que contrasta la angustia de los amigos con la frialdad del operario de la centralita del Samur. Este indica a sus interlocutores que tienen que cargar con las heridas "hasta la Puerta del Ángel en el paseo de Extremadura" –ubicada a un kilómetro-, cuando la sede central del Samur está situada a unos 500 metros del pabellón Madrid Arena.
También las llamadas demuestran cómo los jóvenes ignoraban donde estaban los servicios médicos en el interior de la macrofiesta y el hecho de que el operario del Samur desconocía la magnitud de los hechos ocurridos en el recinto.
"Vengan ya, se está muriendo"
A las 4:13 horas, una de las amigas de Belén Langdon llamaba al Samur, y explicaba al operario: "Por favor, hay una chica que se ha desmayado y ha perdido el conocimiento en el Madrid Arena". El interlocutor respondía: "Muy bien, pues tendréis que sacarla como podáis porque ahí no podemos entrar".
La chica pregunta: "¿No podéis entrar en la Casa de Campo? Se está muriendo, por favor, vengan ya". Pero el operario del Samur insiste: "Tenéis que sacarla al paseo de Extremadura". La joven, después, grita a sus amigos: "Está bien, la sacamos al paseo de Extremadura, pero por favor, por favor, vengan ya". Acto seguido, el trabajador del Samur pide a la chica que se tranquilice y, en un momento de la conversación, le pregunta: "Oye, ¿has bebido?".
La joven, que no llega a procesar realmente tal cuestión, sólo atina a responder: "Se ha desmayado porque la han aplastado". Entonces, el telefonista del Samur responde: "Ah, claro, claro".
"Está cerrada la puerta"
La otra llamada a la que ha tenido acceso este periódico la realiza uno de los amigos de Rocío Oña, de 18 años, que falleció poco después en el Hospital Clínico como consecuencia de las heridas que sufrió durante la avalancha de la fiesta de Halloween.
El joven comunicante está perdido y pide ayuda a varias personas en su camino. "Esto a dónde sale –pregunta a alguno de los presentes en el recinto-, espere, espere –dirigiéndose al operario del Samur-".
Entre varias personas que llevan a la chica en volandas buscan una puerta por donde sacar a la víctima. Pero al llegar a una de las salidas se topan con que está cerrada. "Está cerrada la puerta", explica el chico con la voz entrecortada.
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