Con una cerveza en la mano y llevándose a la boca un pincho de tortilla o probando una empanada gallega, de la que dice sentir debilidad. El Mariano Rajoy presidente retornó al pasado y rememoró la histórica campaña electoral de 2009, en la que la victoria de Alberto Núñez Feijóo alejó definitivamente los fantasmas sobre su liderazgo. Visitó tres pequeños municipios de Lugo, con un puñado de habitantes que en el mejor de los casos sobrepasaban los 2.000, y que le recibieron con aplausos y un cariño que había olvidado ante tanta medida “antipática”, según sus propias palabras. “Sácanos de la crisis”, le pidieron en plena calle mayor. “En esto estamos”, respondió.
En Guitiríz, Baralla y As Nogais, el jefe del Ejecutivo pidió el voto para su candidato. Lo hizo sacando pecho por su balance económico y recordando que la otra alternativa -la de un PSOE en coalición con nacionalistas y comunistas- provocará “líos, discusiones o irse para otro lado”, como está ocurriendo en Cataluña y amenaza con reproducirse en el País Vasco. El patriotismo volvió a centrar su discurso: “Vamos a defender lo de siempre, la estabilidad política e institucional”, afirmó en As Nogais, donde protagonizó el mitin más potente y abarrotó su casa de la cultura dejando muchos ciudadanos fuera. “Vamos a defender la Constitución española, que votaron en Galicia de forma mayoritaria, y el estatuto de autonomía. El PP y los gallegos van a defender algo de lo que estamos muy necesitados en toda España”, continuó, renegando del “espectáculo” y la “exageración”.
"España necesita unidad"
Rajoy llegó a utilizar el término “radicalismo” tanto “en el fondo” como “en las formas” para denunciar lo que está aconteciendo en Cataluña, y que eleva estos días a máximos la tensión política del país. Y para contrarrestarlo se afanó en pedir el voto para Feijóo: “Lo que hace falta es moderación, sensatez, sentido común, coraje, constancia y principios y valores”, representados por el barón regional. El presidente remató la faena: “España necesita unidad”, dijo, mientras en Cataluña Artur Mas apuesta por lo contrario.
La intensa presencia del jefe del PP en Galicia, y que tendrá continuidad el domingo, deja en evidencia dónde se la juega el próximo 21 de octubre. Pero, por si hubiera dudas, solo bastaba con echar una ojeada al territorio gallego y comprobar la cantidad de dirigentes de pedigrí recorriendo su geografía. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, lideraba el cupo gubernamental, que incluía varios ministros; María Dolores de Cospedal los enviados de Génova. Y ninguno de ellos estuvo con Feijóo, que protagonizó su propia caravana.
Rajoy se presentó en ocasiones melancólico; como queriendo detener el tiempo porque estaba pasando un buen rato, despachando con los vecinos y desinhibiéndose por un rato de los problemas económicos que azotan el país, con un Consejo Europeo a la vuelta de la esquina. Por ejemplo, en Baralla recordó en el bar Garrido como fue allí el último lugar donde pidió la dimisión de Mariano Fernández Bermejo antes de que dejara Justicia. O cómo él, como presidente de la Diputación de Pontevedra, llevó la luz o el teléfono, “y no estamos hablando de la edad de piedra”.
Pero al final siempre volvía a la economía. Ante unos ciudadanos de avanzada edad y con muestras de vivir al día y sin muchos lujos, el presidente afirmó: los ajustes del Gobierno, aún duros y difíciles en un primer momento, "traerán crecimiento, mejores pensiones, servicios públicos, sanidad y educación".