Cuando Mariano Rajoy ponía marcha a Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU ya sabía del inminente anuncio de adelanto electoral en Cataluña. Artur Mas no lo utilizó como amenaza en la reunión que mantuvieron en la Moncloa el pasado jueves, pero el presidente había sido avisado con posterioridad de que el líder catalán iba a dar el paso. Y lo da a pesar del rechazo del Gobierno, que considera crea un clima de incertidumbre que no ayuda a los intereses españoles.
El Ejecutivo asegura que ayudará a las comunidades autónomas -bajo los requisitos de que se pague a proveedores y se atienda a los vencimientos- mediante el fondo de liquidez, y utiliza esta percha para exigir a Mas que modere su discurso, a pesar de convocar comicios extraordinarios. Pero, pese a este recurso, en La Moncloa admiten que todos sus esfuerzos se están demostrando estériles hasta la fecha.
La preocupación se extiende en prácticamente todos los cuadros del Gobierno y del PP. Pero, se insiste, no se cederá un paso a favor de una mayor autonomía o de un concierto económico propio -el denominado pacto fiscal-. "Chocaría con el Congreso de los Diputados, con la Constitución y con las leyes", traduce en ministro. Aún va más allá: "Sea cual sea el resultado de las elecciones, no vamos a aceptar chantajes", añade.
La estrategia pasa ahora por quitar la careta a Mas y poner en evidencia que está intentando ocultar la realidad económica catalana -con nóminas sin pagar y hospitales a medio gas por falta de presupuesto- insuflando los ánimos secesionistas. En voz del propio Rajoy, "no se puede poner a la gente en una situación imposible de lo tomas o lo dejas".
Alicia Sánchez-Camacho, avanzan estrategas de Génova, defenderá "un PP español y catalán, constitucionalista" frente a mensajes rupturistas. Pero, independientemente de la línea política, el Gobierno se compromete a poner un muro a cualquier exigencia fuera de la ley, independientemente del resultado electoral.
"Los gobernantes tienen que tentarse la ropa antes de abrir senderos que tengo la sensación de que tampoco saben cómo rematar", afirmó Soraya Sáenz de Santamaría, poco antes de hacerse público un adelanto que el Gobierno daba por descontado. De ahí que la vicepresidenta fuera tan dura: "Son ganas de distraer y distraerse" y genera una "tremenda inestabilidad", y el discurso separatista que promulga Mas "añade una nueva crisis a la crisis".
Digan lo que digan las urnas, se argumenta, porque "representamos a todos los españoles", en voz de un miembro del gabinete. Otra cosa es dialogar e internar llegar a acuerdos. Rajoy lo ha repetido hasta la saciedad, y lo seguirá haciendo. Abrirá la mano en el modelo de financiación, dentro de los márgenes -evaluar, no modificar-, y se sentará con Mas cada vez que lo requiera. Pero, dicen en Moncloa, si el debate es sosegado y "coherente". El Ejecutivo considera que la preocupación real de los catalanes es "cómo crear empleo, cómo salir del agujero y cómo se crea riqueza".