Las comparecencias de Rato y Montoro y la crisis de las relaciones con Marruecos vuelven a ser este martes el objetivo del comentario editorial de los principales periódicos.
El Mundo, como era previsible, es el diario que hace una lectura más positiva de la intervención del vicepresidente económico y asegura que Rato ha salido airoso del trance. Su benevolente análisis comienza destacando que “aunque el formato le favorecía, el ministro de Economía decidió no rehuir el cuerpo a cuerpo con el representante socialista y respondió a cada grupo por separado para acallar las voces que le acusaban de querer evitar interrogatorios incómodos”. Hombre, si de eso se trataba lo lógico hubiera sido renunciar a priori a ese formato privilegiado, al que El Mundo hace hoy referencia editorial por primera vez. No tiene ese mismo valor el que el ministro, con buena capacidad dialéctica, y viendo la intervención –muy torpe como para calificarla de despiadada- de los representantes de la oposición accediera, a toro pasado, a responderles cuerpo a cuerpo.
El Mundo continúa señalando que López Aguilar acusó a Rato de responsabilidad política en el caso por haber nombrado a 14 altos cargos, tanto de la CNMV como del Gobierno, “cuya negligencia o complicidad, en opinión del PSOE, permitieron la monumental estafa”. “Sin embargo, y esto es lo fundamental –continúa El Mundo-, no logró aportar ninguna prueba de que el vicepresidente conociera las irregularidades de Gescartera, las consintiera o favoreciera desde su cargo a la agencia de valores”. Si esa fuera la cuestión de fondo, no se hablaría de responsabilidades políticas, sino penales por posible complicidad o autoría en un delito de prevaricación. El hecho relevante es que el ministro, como mínimo, falló en la elección de personas, algunas de ellas implicadas en el juicio del caso Gescartera, y no atendió su deber de vigilancia de esas personas por él designadas. También es curioso que El Mundo, que califica acertadamente de “monumental” la estafa, no comente el hiriente comentario ministerial -sobretodo para los estafados- que quitaba importancia a la cuantía del dinero desaparecido al decir que “sólo supone un 0,015 por ciento del total del ahorro gestionado en el año 2000 por las instituciones financieras”. Ya sabíamos, por otra parte, que todo el monte no era orégano, pero que curioso que sí lo fuese una agencia con relaciones políticas tan relevantes como las que tenía Gescartera.
El Mundo también dice que el ministro “asumió sus responsabilidades reconociendo que nombró a algunos altos cargos que fueron cómplices o pasivos actores” del chiringuito financiero “por lo que les “exigió o aceptó” la dimisión. El decir que se asume la responsabilidad política por reconocer que fue él quien los nombró, -circunstancia por todos sabida- es de una generosidad que sólo iguala el olvidar que de exigencias de dimisión, nada. Rato se limitó a aceptarlas.
El Mundo concluye su editorial afirmando que “no es arriesgado afirmar que el vicepresidente incluso ha salido fortalecido, hasta el punto de que el presidente del Gobierno advirtió que Rato tendrá más salud política y más futuro que los que le critican”. Si de eso se trataba, su editorial podía haber empezado por ahí.
ABC, por su parte, pondera más su comentario. Lo titula “Rato, aciertos y errores”, aunque da más peso a los primeros. Este diario también destaca que “el vicepresidente desarboló la estrategia del diputado socialista, que tras insinuar que los favores a Gescartera estaban en conexión con el crédito concedido por el HSBC a una empresa participada por la familia Rato, no tuvo más remedio que achicarse después de que el ministro de Economía le amenazara con acciones legales”. ABC en este punto llega a decir que el propio Zapatero llamó la atención del diputado para que solicitara una nueva réplica, “una especie de nueva oportunidad que arreglara el desaguisado de su primera intervención”. Ciertamente, por grande que fuera la tentación para la oposición, había que tener pruebas para asegurarse que no se servía en un anzuelo. Para ABC, los socialistas “ni han demostrado la responsabilidad política de los ministros en la estafa, ni han conseguido desviar la atención hacia la conexión entre Gescartera y la presunta trama empresarial del vicepresidente”.
ABC, como dijimos, no deja de afirmar que “Rato no sale limpio de la disputa. Ha sufrido un grave deterioro de su imagen, que en última instancia puede apearle de la carrera por la sucesión” y señala que “abogar por el buen funcionamiento de los organismos supervisores y, a continuación, apuntar toda una bateria de medidas para corregir sus disfunciones es todo un ejercicio de contradicción política”.
Para El País la comisión de investigación no ha logrado aclarar lo fundamental “y no lo ha aclarado porque el Grupo Popular ha puesto cuantas piedras ha podido en el engranaje de funcionamiento de la comisión y porque los representantes de la oposición no han tenido la habilidad de bajar la pelota al suelo”. Para este diario “Rato dio ayer un curso de singular brillantez dialéctica sobre cómo evitar las cuestiones sustantivas del escándalo de Gescartera por el procedimiento de explotar dialécticamente los puntos débiles de la exposición de sus interlocutores”. Para este diario “el problema sigue donde estaba: ni Rato ni Montoro admitieron su responsabilidad política, ni explicaron cómo pudo producirse una cadena de errores tan bien coordinados en la CNMV y en la Agencia Tributaria que hizo posible el funcionamiento continuado de una sociedad de valores con graves irregularidades contables y que acabó en un desfalco de 18.000 millones de pesetas”. “Esto es una cosa –concluye El País-, y otra, los problemas de Rato para demostrar que en la concesión de un crédito a su familia no hubo un tratamiento favorable por ser quien es: el vicepresidente económico del Gobierno. Mezclarlas era demasiado”.
En cuanto a las relaciones con Marruecos, El País sigue la mezquina línea de la oposición que, en lugar de denunciar la intolerable actitud –en tantos terrenos- del Gobierno marroquí, trata de utilizar la crisis para desgastar al Gobierno y le exige que “tienda puentes” con Rabat. Si algo tiene de criticable nuestro Ministerio de Exteriores en este asunto es el exceso de buenas formas que, ante tanto desplante, no se justifican ni siquiera en términos diplomáticos, y que en lugar de reconducir las relaciones sirven para que el Gobierno de Mohamed VI se chulee más de nosotros. Si por no molestar, Piqué ni siquiera ha hecho venir a Madrid al embajador español y ni ha preguntado a que se debe la última bofetada. ¡Pues menos mal que el monarca marroquí se considera el “hermano menor” de nuestro Rey. Si llega a creerse su mayor enemigo no sabemos a donde habría llegado!. ABC y El Mundo barajan las diferentes hipótesis que pueden estar detrás de la decisión de Rabat, y que van desde las críticas que la prensa española ha dirigido a su Gobierno hasta una preferencia de Marruecos por Francia, pasando por un referéndum sobre el Sáhara auspiciado por el Parlamento andaluz. Los editoriales de estos dos periódicos consideran lógicamente que ninguna de ellas justifica la actitud de Marruecos y le reclaman una rectificación. Alfonso Ussía, en un por lo demás insustancial artículo en ABC, afirma muy plausiblemente que la retirada del embajador marroquí “se me antoja una barbaridad y me suena a venidero chantajito”.
La dialéctica contra los hechos
En España
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