Watchmen: complejo compendio del género traicionado por su frialdad
La adaptación del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons es de una incuestionable corrección. Pero quizá traicionada por su propia densidad, el film no acaba de despegar debido a su incapacidad de emocionar.
L D (Juanma González) No he leído el comic de Alan Moore y Dave Gibbons. Debe ser una obra magnífica, a juzgar por el grado de exigencia de sus lectores. La brillantez y el peso de la misma se filtra por los cuatro costados del Watchmen que aquí nos ocupa: tanto, que el film no acaba de despegar por no atreverse a gritar su derecho a existir a instancias de la novela gráfica.
Watchmen se presenta como el compendio definitivo de las películas de superhéroes, una de esas raras películas de aventuras dirigidas no por la trama sino por sus personajes, dedicadas en su extenso metraje (y más extenso será: ya se anuncia una versión engordada para el DVD) a cuestionar el significado mismo de su existencia y a desmitificar y estudiar su naturaleza.
Pero eso no es excusa para la alarmante carencia de agilidad del relato. Para chapotear y regodearnos en el placer primario de una historia no se necesita justificación alguna, tan sólo el entusiasmo y la seducción por lo que ocurre al otro lado de la pantalla. Ninguna de esas cualidades se aprecia en la deconstrucción de la moralidad del héroe planteada aquí, quizá demasiado teatral y trascendente como para resultar verdaderamente divertida. Pero recordemos las cartas que jugaba El caballero oscuro, ésta sí, dispuesta a explorar el basamento de su propio discurso sin sacrificar la cadencia del relato.
Pero Watchmen es harina de otro costal, para bien y para mal. Respeta y ama sus fuentes, y eso se filtra por los cuatro costados de la cinta, un atípico blockbuster que busca retorcer los cimientos narrativos e ideológicos que la sustentan con una capacidad estética infinita, utilizando para ello un plantel coral de personajes sumidos en un mundo alternativo tan sucio como los secretos que guardan y la moralidad que exhiben.
Pero tras un espléndido comienzo, que engloba el asesinato de uno de los personajes principales y unos títulos de crédito –al ritmo de Sinatra- dignos de mil alabanzas, emerge el principal obstáculo de Watchmen, la sensación de que su propia densidad argumental la obliga a estancarse en sus propios planteamientos. Eso impide que las diversas incógnitas argumentales, débiles por separado y que tampoco funcionan por acumulación, acaben desarrollándose adecuadamente. Para más inri, el film retrocede en numerosas ocasiones al pasado para explicarnos el pasado de los personajes y el estado de la cuestión: todo ello no sirve para ocultar que el meollo, una intriga que no es para tirar cohetes, se resolverá en un desenlace atolondrado en unos escasos minutos.
La impresión que da es que no se avanza hacia ninguna conclusión durante un buen rato. Pese a ser una operación fallida, el film no cae en el aburrimiento gracias a la labor de Snyder, que maneja la maraña argumental con claridad meridiana, y cuya ampulosidad estética no le impide pasearse con agilidad meritoria por el universo creado por Moore. Solamente gracias a eso Snyder consigue que el evento pase volando, e incluso haya conatos de genuino interés: su seguridad y su confianza en el material le dan una dignidad a la obra que, en su versión cinematográfica, es todo lo que tiene. Su enfática puesta en escena preña de imágenes y sonidos fascinantes el film (también lo hipertrofia en ocasiones), pero consigue que en ocasiones desenboque en momentos de notable intensidad emocional.
Todo esto puesto al servicio de una fascinante urdimbre argumental de altísimas pretensiones que entremezcla el sentido de la vida, de la justicia y de la unicidad de cada ser humano, además de todo lo que ustedes quieran. El problema es que la pulimentada superficie requería de hilar fino cinematográficamente hablando, no sólo para contentar a los fans del material original.
En Amanecer de los muertos, su primer film, Snyder remakeó a George A. Romero para las nuevas generaciones en un film semi-nuevo que no sacrificaba casi nada importante de aquella, al menos de cara a los nuevos tiempos. En 300 el material de base le permitíó llenar con oficio dos horas con casi nada. En Watchmen la jugada era difícil y a la inversa. Me da a mí que el respeto a la obra madre le ha jugado a Snyder una mala pasada.
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