Triage: Sólo los muertos ven el final de la guerra
La cita de arriba pone fin a la película protagonizada por Colin Farrell y pertenece a Platón, y por cierto, también cerraba la mucho más excitante Black Hawk derribado. El film trata el drama de aquel que consigue volver con vida de la guerra y nunca será capaz de entender lo que ha visto.
La palabra que da título al film, Triage, se refiere a la clasificación de la atención médica que requieren diversos pacientes para priorizar a los más graves. Y en un conflicto como el de la primera guerra de Irak eso podía suponer el asesinato piadoso del mismo, cuando por los escasos medios disponibles, era imposible su cura. El film sigue la trayectoria del fotoperiodista Mark Walsh (Colin Farrell), testigo del terrible acontecimiento, tanto que cuando consigue regresar vivo a Irlanda sin su compañero de trabajo y amigo, lo hace arrastrando el sentimiento de culpa y el horror generado en la guerra.
El prometedor argumento de Triage, desgraciadamente, no se acaba de materializar en imágenes. El film de Danis Tanovic parece querer arrastrar heridas, como su personaje principal, pero esta vez son síntoma de la indecisión de sus responsables. La película no acierta a desarrollar claramente el drama personal de su protagonista, y tampoco funciona como suspense. Y tenía un puñado de oportunidades para operar en ambos niveles. La monótona puesta en escena de Tanovic, que no pasa de correcta en sus mejores ocasiones, y el escaso atrevimiento del guión, que no desarrolla ni la contienda bélica ni la zozobra del regreso a casa, no ayudan.
Valiéndose, eso sí, de un muy competente Colin Farrell, cuya serena y contenida labor es la piedra angular del relato, Triage arrastra un tono monótono y a veces hasta narcótico, que contrasta con la crudeza del conflicto bélico analizado. Tanovic lo visualiza, además, enfatizando la sensación de rutina, enterrando todo arrebato de audacia visual o narrativa. En definitiva, nos encontramos ante un film bienintencionado, gris y correcto en sus mejores pasajes, que no se beneficia en absoluto de su condición de coproducción.
Y es que la inclusión de Paz Vega en el internacional reparto supone todo un error de cásting, tanto por su voluntariosa pero errada interpretación –ese acento inglés…- como por la planicie del personaje. La aparición del fenomenal Christopher Lee apenas ayuda: pese a su indudable porte y presencia, la jugada queda invalidada debido a la nefasta justificación que se reserva el guión, que nos vende al astro británico, como si hiciera falta, tratando de ponerse persuasivo y adoctrinador con la Guerra Civil.
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