
Y de ser uno de los mejores films de año, probablemente. El camino a pie y hacia el sur que emprenden padre e hijo está preñado de recuerdos de lo que nunca más será, y sugerencias del negro futuro que aguarda. Pero pese a no ahorrarnos ni un ápice de dureza en la harapienta y sucia descripción de este páramo mundial post-apocalíptico, The Road presume de un minimalismo convertido en virtud, concentrando toda su agónica energía en el boceto de una relación paternofilial inspiradora, sutil y bella.
En ese maravilloso y contradictorio equilibrio, con un pie en el drama íntimo y otro en la pura epopeya, navegan los grisáceos contornos de The Road, un potente drama con componentes de aventura, terror y ciencia ficción, que no presume de efectos especiales y que pasa olímpicamente de inscribirse en un género u otro. La distopía carece de tomo asomo de humor o ironía, sabedora de que navega a contracorriente de los gustos actuales en fondo y forma: da igual, porque el film pero absorbe al personal de forma inédita a lo largo de sus cien ajustadísimos minutos.
Hillcoat triunfa al dar entidad, estructura y continuidad a un film construido en base a anécdotas, sin un hilo conductor claro más allá de la relación entre sus dos únicos protagonistas, y dibuja un panorama moral terrorífico y turbio donde los haya. Donde exhibe músculo, precisamente, en esa construcción íntima que se convierte en espina dorsal del relato, un inquebrantable vínculo padre-hijo que convierte The road en el drama emotivo y auténtico que acaba siendo.
Pero si la fotografía del español Javier Aguirresarobe contribuye a construir la poética del film, es sobre todo un prodigioso Viggo Mortensen quien eleva el listón del conjunto con una interpretación sosegada y trágica, que guía emocionalmente en un film tan prolijo, austero y desilusionado. Con unos quince minutos finales absolutamente agónicos y maravillosos, The Road remata la jugada y se presenta como un drama sencillo y a la vez épico, de enorme calado sensorial y sentimental; un relato sobre la memoria y la muerte, siendo capaz de extraer, sin embargo, lo más positivo de ambas. Lo dicho, uno de los grandes films del año.