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Street Fighter. La Leyenda: ¿beso o tortazo?

Pues ni una cosa ni la  otra. Todo film como Street Fighter: La leyenda ha de ser cogido con pinzas. Adaptación de un videojuego, la franquicia ya había sido llevada al cine hace varios lustros en una paupérrima entrega protagonizada por el entonces astro de los anabolizantes Jean Claude Van-Damme.

L D (Juanma González) Ahora, se retoma otro de sus personajes y se narra su historia en un modesto film de acción que empieza aceptablemente, pero que pierde el control y todo asomo de interés en su último tercio.

El film sigue inicialmente el correcto itinerario personal de la protagonista y su aprendizaje sin eludir ningún lugar común, pero esto ya es algo tratándose de una adaptación de un videojuego. Es en estos momentos cuando el director, el antes operador de cámara Andrzej Bartkowiak, ofrece algún momento de violencia bien planificada, e incluso regala al espectador algún instante ejecutado con elegancia (esa carnicería fuera de plano con el malvado Bison devorando su opípara cena).

Es en esa primera parte cuando Bartkowiak parece preparar también con profesionalidad el terreno para un film de acción juvenil capaz de no soliviantar los ánimos de cualquier otro aficionado ajeno a la mitología de los videojuegos, y cuando su correcta puesta en escena simplemente va disponiendo los limitados elementos de los que dispone con agilidad y sin mayores complicaciones.

No obstante, esta razonable habilidad para entregar un producto básico y digno dentro de su limitadísimo género se va al garete cuando llega el turno de trascendentalismos orientales de falsete y una vez la heroína debe dirigir sus pasos hacia el villano. Es entonces cuando el humilde castillo de naipes que es Street Fighter: la leyenda se desmorona y el film cae en la confusión de no saber muy bien hacia dónde ir, cómo hacerlo y qué hacer con sus personajes principales.

Al margen quedan algunos momentos de crueldad inesperada (el final de uno de los personajes principales, frente a la protagonista) o que el director no abuse de los numeritos de lucha, ni que éstos estén coreografiados sin excesos: nada logra ya arreglar la empanada y recuperar el –limitado- interés del producto.

Mención aparte merece la subtrama en la que los dos agentes de la ley intentan seguir los pasos de la protagonista Chun-Li y del malvado en cuestión. Peleando firmemente por la obtención del próximo Razzie al peor actor, la ex estrella de la saga American Pie Chris Klein elabora una interpretación ridícula que trata de poner sentido del humor al producto, pero que se queda en, pues eso, una broma digna de un videojuego de fondo de catálogo.

Para contentar a los fanáticos de la mítica tragaperras, el film de Bartkowiak se ve también lastrado en este punto por la necesidad de reproducir algunos de los puntos fuertes de aquel sin que éstos se integren míinimamente en la narrativa, y rompiendo además todo asomo de solidez conseguida en sus momentos iniciales. Lo dicho, que lo que iba para una apañada peliculita se queda en un quiero y no puedo, lo cual sigue siendo una pena.

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