LD (EFE) "Memorias de un Rolling Stone" (Global Rhythm Press) es el título bajo el que Wood rememora su vida, la de alguien que nació en una familia de "gitanos acuáticos" del Támesis y que ha llegado a lo más alto en sus dos pasiones, la música y la pintura, especialmente en la primera. Cuenta además cómo la música, el alcohol y la afición al desmadre forma parte de sus genes: a su padre, que no iba a ningún sitio sin su armónica, lo encontraban a menudo durmiendo la borrachera sobre la huerta de la casa.
Ganó su primer dinero de recadero de una carnicería o pintando letreros, mientras trataba de seguir las aficiones musicales de sus hermanos mayores. Una tabla de lavar fue su primer instrumento y el escaparate de una tienda uno de sus primeros escenarios. Pero creció en un Londres en plena revolución del rock and roll, en un momento en el que era fácil cruzarse con todos los que poco después se convertirían en los grandes del género.
Formó parte de otras bandas y tuvo la suya propia, los Faces, antes de convertirse, oficialmente en 1976, en miembro permanente de los Rolling Stones, con quienes dejó atrás las penurias de giras en furgonetas desvencijadas y se abría a un mundo de aviones privados "con chicas desnudas corriendo por los pasillos" y de giras mundiales en las que Sus Satánicas Majestades se sienten como "un circo ambulante".
"Sin la familia me hubiera vuelto loco", cuenta Ron Wood, cuyos recuerdos sirven para dar pinceladas de un sinfín de personajes.En una ocasión, por ejemplo, John Lennon y Joko Ono llamaron a la puerta de su habitación de hotel en Nueva York y, nada más entrar, el beatle le dijo a su mujer "¡Tú a lo tuyo, coño!... Así que ella se dirigió a una silla en un rincón y se puso a tejer", mientras el cantante le preguntaba a Keith Richards "¿cual es la droga del día?". Era la heroína.
Rod Stewart, Jeff Beck, Bob Dylan, Eric Clapton, Tony Curtis -que le regaló "las botas de vaquero que llevaba mientras jodía con Marilyn"-, o Bill y Hillary Clinton, entre una larga lista en la que no faltan narcotraficantes, han formado parte de la vida de Ron Wood, que ha saltado varias veces del lujo a la bancarrota.
Él y Keith Richards han sido, según cuenta, los más golfos de la banda, aunque nunca se han cambiado la sangre, tal y como el segundo contó a un periodista hace años. Lo que sí utilizaron para desengancharse es el electroshock.
Por más drogas que se haya metido, su verdadero problema ha sido el alcohol, lo que le ha obligado a una lucha que ha sido una de las más duras de su vida. En 2002, con "Forty Licks", hizo su primera gira "completamente sobrio": "estaba limpio, pero también asustado".
Sus habitaciones de hoteles ya no son "la Central de Juergas", sino un lugar en el que, tras los conciertos, se sienta a ver series de televisión (es "fanático" de CSI) y a aislarse, durante unas giras en las que "estamos rodeados constantemente por férreas medidas de seguridad" y "la gente nos persigue por todas partes".
"He vivido la mayor parte de mi vida en una cárcel de oro, así es como se siente uno cuando está de gira con los Stones. Tenemos todos los privilegios asociados a la fama, pero desde dentro se ve como un lugar de muros muy altos".
Wood acaba su libro asegurando que no está acabado y que la banda "volverá a salir de gira... siento que todavía nos queda mucho que ofrecer y no veo razón para tirar la toalla mientras sigamos dando conciertos tan honestos como fabulosos". Además, tiene planes, incluso para "activar una diminuta bomba de relojería que se aloja en mi cabeza", escribir una novela.