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Rabia: El quimérico inquilino de Guillermo del Toro

José María es albañil y su pareja Rosa una empleada doméstica. Ambos son inmigrantes. Él tiene una personalidad violenta y mata su capataz refugiándose en la mansión donde trabaja Rosa, sin contárselo ni siquiera. Desde las sombras, se convierte en testigo de la vida triste y solitaria de Rosa.

José María es albañil y su pareja Rosa una empleada doméstica. Ambos son inmigrantes. Él tiene una personalidad violenta y mata su capataz refugiándose en la mansión donde trabaja Rosa, sin contárselo ni siquiera. Desde las sombras, se convierte en testigo de la vida triste y solitaria de Rosa.

La Ganadora del Festival de Málaga es un film atípico en el cine español. Su delicadeza y su forma de abordar el drama, que nunca cae en la sensiblería, se acerca más a la de creadores latinoamericanos que a los nacionales. Y su estilo, sus variadas e inesperadas referencias y su sentido del entretenimiento la sitúan más cerca del eclecticismo de directores mexicanos como el propio Guillermo del Toro, que no en vano apadrina esta coproducción hispano-mexicana en su faceta de productor.

Rabia se erige así como un film sencillo sólo en apariencia, una estimulante pequeña joya que no debería perderse en el olvido. Lejos de ser una muestra más de indescifrable o pretenciosa autoría, el film sabe conjugar géneros y ofrecer una historia de amor repleta a la vez de luz y oscuridad,  de un estimulante simbolismo (que, sin embargo, es apto para todos), y presentarlo además con gran empaque técnico y más de una cabriola estilística.

Rabia se desarrolla casi por entero en el interior de una mansión colonial que se convierte en otro personaje más de la cinta, rematada por un grupo de actores que saben aportar humor y humanidad al relato, incluso en el caso de los secundarios: presten atención a la labor de Concha Velasco. Cordero se recrea en los elementos más atmosféricos pero no obvia el humor o el romance, y todo ello sin perder jamás de vista el germen de la historia, esa inexplicable violencia producto del desarraigo y la marginación que produce la inmigración.

Sin moverse nunca del drama íntimo en su vertiente más oscura e intensa, el film de Sebastián Cordero aborda la historia sin rehuir elementos de terror gótico e incluso algún retazo de psicho-thriller, sin que nada de esto tome el control del conjunto y sin perjudicar (más bien al contrario) el componente metafórico y social que late en el corazón del film. No es difícil entender el por qué del interés de Guillermo del Toro, realizador con gusto por lo inquietante, sórdido y lo fantástico, se ha sentido interesado en apadrinar la singular poética que exhibe la película de Cordero. ¿Cuándo hemos visto una historia sobre inmigración vestida con tales elementos?.

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