Meryl y Paul son un matrimonio bien establecido de Nueva York que está en pleno proceso de divorcio. Todo cambia cuando presencian un asesinato y la policía les sugiere que se acojan al programa de protección de testigos hasta que el autor sea encarcelado. De ese modo, Meryl y Paul son enviados a un rancho de Wyoming en el que tendrán que acostumbrarse a la vida rupestre.
Con ¿Qué fue de los Morgan? Hugh Grant repite por tercera vez con el director y guionista Marc Lawrence, autor de la muy divertida Amor con preaviso y de la más mediocre Tú la letra y yo la música. La presente continúa esa línea descendente y se presenta tan formularia como romance como desanimada a la hora de explotar la disparidad de los dos inaguantables pijos con la pareja rústica que les acoge, única posibilidad de salvar el relato y provocar la saludable risa.
De ese modo, las posibilidades de desarrollo como tal son absolutamente ficticias, y su fortuna como comedia queda subordinada absolutamente a la química entre Grant y Sarah Jessica Parker. La segunda ni está ni se la espera, pero hay que reconocerle al intérprete inglés los mejores momentos del film, cortesía de su ya inmutable interpretación nerviosa y confusa. Grant funciona como un tiro -como siempre- y hace lo que se le pide, pero apenas encuentra respuesta en un guión tan mediocre y apresurado. Lawrence cree que con Grant y un par de chanzas sobre republicanos y demócratas, tiene ya la papeleta resuelta. Pero va a ser que no.
Porque al film no se le pedía un derroche de talento, pero sí que supiera explotar su baza cómica. Esto sólo ocurre de forma intermitente y la dependencia de sus estrellas juega en contra de ¿Qué fue de los Morgan?, film que ni siquiera juega lo bastante con el contraste entre lo rural y urbano. Su conciliador ingrediente político y social entre los nobles palurdos y los neurasténicos protas podía haber dado más de sí, pero Lawrence no saca la mala leche que se le ve a veces para poder llevarlo hasta el final.
De modo que al igual que en la horrible Los fantasmas de mis ex novias, el asunto se hunde en cuanto al final tiene que entrar en escena la melosa trama de reconciliación marital, penosa cuota a pagar en productos tan descompuestos y poco ambiciosos como ¿Qué fue de los Morgan?. Por no aprovechar, ni siquiera se aprovecha de la estimable presencia de Sam Elliott, impagable como cowboy que hace mutis ante los jaleos que montan sus invitados.