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Presencias extrañas: pesadillas adolescentes, remakes innecesarios

El enésimo remake de un film de terror oriental –en este caso, Dos hermanas- es un cuento de terror juvenil con madrastra malvada que al final deriva en derroteros más psicológicos. Pese a su extremo convencionalismo y sus obviedades, se deja ver.

L D (Juanma González) Presencias extrañas es el último remake de Hollywood de una cinta de terror oriental, esta vez Dos hermanas, de Kim Ji-woon. Y entiéndase lo de último en todos los sentidos: las nuevas versiones americanas de la fantasmagorías de Oriente tienen de momento las horas contadas, por puro agotamiento.

Presencias extrañas es un poco estimulante ejemplo de ello que, no obstante y por fortuna, utiliza los heredados resortes de su original para distanciarse del icono del fantasma vengativo y acercarse al modelo del clásico cuento de terror con madrastra malvada incluida. Y, y si bien lo vulgariza y lo convierte en algo más evidente, conserva cierta garra.

Anna es una adolescente que sale de una institución psiquiátrica, tras el trauma de la prematura muerte de su madre. No obstante, al regresar a casa, se encuentra con que su padre mantiene una relación con Rachel, la ex ama de llaves de la casa. Anna no acepta a esta nueva presencia femenina, y con su hermana Alex está dispuesta a desenterrar el pasado de la mujer. Pero todo se complica por culpa de la presencia del fantasma de su madre…

El espectador más o menos avezado puede adivinar sin problemas los presuntamente imprevisibles giros de la convencional historia, más o menos hasta el soplamocos final, de esos que desdicen todo lo visto hasta ese momento y que desplazan la temática del film desde lo sobrenatural a lo psicológico, de un plumazo.

Pero ocurre que la convencional peliculita está, sin embargo, planificada con cierta elegancia y soltura, tiene ambiente, y pese a que la intriga se toma sus licencias –y alguna de ellas bastante grande-, una vez aceptadas el film tampoco es un ramillete de incoherencias.

De modo que el conjunto tiene ritmo, resulta breve, y sobre todo, se beneficia de unos buenos actores: ahí está la bellísima Elizabeth Banks, dejando a un lado su timing cómico para pasarse al bando de los malvados con mucha fortuna. De David Strathairn, uno de esos sólidos actores de reparto que pueden con todo, está todo dicho. Pero Emily Browning, como la joven Anna, sabe llevar sobre sus hombros el peso del film y matiza con naturalidad los aspectos oscuros y vulnerables que el personaje requiere.

De modo que Presencias extrañas resulta graciosa si no entramos en comparaciones y ahondamos en su naturaleza de remake. Bajo su simplista superficie de film terror para las masas se esconden algunas proposiciones interesantes, que entroncan con un primario cuento de terror juvenil acerca del desajuste, la decepción y la desconfianza que se puede generar entre padres e hijos (y sus retorcidas consecuencias).

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