La cinta dirigida por James Mangold, artesano que ha tocado todos los géneros habidos y por haber (no sé ustedes, pero mi favorita suya sigue siendo Identity, que protagonizó John Cusack) aporta acción en cantidades industriales, pero lo hace siguiendo referentes más clásicos o, si se quiere, con más encanto que otras comedias románticas de acción recientes como la olvidable Ex-posados o la inminente Killers, todas ellas variaciones, a su vez, de títulos como Mentiras Arriesgadas o Dos pájaros a tiro.
Mangold demuestra aquí que sabe divertirse manejando el mcguffin y ocultando la convencional trama de espionaje (que una vez revelada es muy poca cosa) el tiempo necesario para obligarnos a seguir a la fascinada heroina en una escalada de peligros de los que desconocemos el motivo. Mangold apuesta por darnos a conocer sólo lo estrictamente necesario para que la cinta salga adelante, convirtiendo la primera mitad de Noche y día en una divertida sucesión de barbaridades con más sarcasmo y desverguenza del esperado.
A ello ayuda la presencia de Tom Cruise decidido a tomarse la nueva etapa de su carrera con humor y a la vez como necesario revulsivo. Consciente de que sus mejores tiempos quizá quedaron atrás, el protagonista de "Jerry Maguire" toma la vía del exceso y autoparodia su saga Misión Imposible con, de nuevo, un espía invencible y deseoso de una vida familiar pero más pasado de rosca que antaño. Una lástima que la autocomplaciencia del siempre infravalorado intérprete le impida llevar hasta sus últimas consecuencias su histrionismo, porque esto hubiera sido lo que hubiera desatascado Noche y día de la sensación de rutina y desgana que desprende su desenlace.
Y es una pena, porque durante su primera mitad el film desprende cierta magia gracias a un uso de la elipsis casi inédito en un blockbuster de acción. Cada vez que va a producirse un enfrentamiento entre Knight y sus perseguidores, Mangold se lo salta a la torera por razones que no vamos a desvelar, pero que manifiestan un cierto y refrescante atrevimiento.
Desgraciadamente y como decíamos, el final carece de la intensidad debida por culpa de unos villanos un tanto deslucidos y una persecución en los sanfermines de Sevilla (!¡) que no tiene, dejando de lado el desbarajuste cultural, el lustre que esperábamos, por culpa de unos efectos visuales de aspecto demasiado digital y una planificación un tanto confusa. No obstante, Noche y día no racanea diversión y en ocasiones logra incluso poner a su favor sus propias arbitrariedades, cumpliendo con oficio su misión imposible de entretenimiento veraniego.