
Steve Carell ha alcanzando la fama gracias al papel protagonista de la serie The office en su versión americana (la inglesa es obra y gracia de Ricky Gervais, al que podemos ver en cartelera gracias a Increíble pero cierto), y Tina Fey es un verdadero animal televisivo gracias al Saturday Night Live y su serie Rockefeller Center (aunque es sobre todo conocida por su fenomenal imitación de Sarah Palin, que la dio fama mundial en plenas elecciones).
Todo esto viene a colación porque Noche loca es un film que se debe exclusivamente a su pareja protagonista. Y lo cierto es que ambos brillan con luz propia a lo largo de un film que carecería de interés sino fuera por ellos. Ambos recogen el testigo con gusto y aportan ciertas dosis de mala leche a un espectáculo sin pretensiones, disimulando ciertamente bien la ausencia de sorpresas y el cúmulo de convenciones del film, que no obstante y gracias al entusiasmo de las dos estrellas, se asumen con agrado.
Y aunque el pabellón cinematográfico no raye a gran altura, Noche loca está mejor filmada y tiene algo más de lustre como película de lo esperado, gracias al correcto uso del panorámico (y del escenario neoyorkino) del director de fotografía Dean Semler, y a la agilidad que el director Shawn Levy (Noche en el museo y su secuela) otorga al relato. Noche loca se ve cómodamente y con una sonrisa constante, y nos permite echar hasta ocasionales carcajadas. Y eso es algo que ya quisieran para sí otros eventos de la cartelera actual, y me refiero explícitamente a las horrorosas Exposados y El plan B.
En todo caso, si Noche loca es divertida y agradable, que lo es, se debe exclusivamente a la química entre Carell y Fey, que no necesita de explicaciones pero sí de la necesaria complicidad del espectador. La mía la tienen, y además es justo reconocer que la proporción de gags que funcionan supera a los que no lo hacen, por lo que no se la puede acusar de no intentarlo. Un último inciso. Atención a la presencia de Mark Wahlberg, al que la película saca un extraordinario partido en cada una de sus apariciones (todas ellas sin camisa y perfectamente depilado: atención a las miradas de Carell y sus comentarios al respecto, lo mejor del film sin ninguna duda…).