Susanna Griso con legañas y el horrible cinturón de Jezulín
Pasen y vean, quién ha metido la pata escogiendo atuendo esta semana.
A juzgar por la pasarela de espantapájaros que pasean esta semana por las páginas rosas, podría decirse que nuestros famosos se han enterado de la nueva sección de Libertad Digital, y están haciendo méritos para ser mencionados en esta casa. Pero quizás no reciban el galardón que esperan.
Aunque son muchos los que gustan de vestirse a oscuras, la palma de oro en la sección femenina es para Susanna Griso. La presentadora de Antena 3 aparece en Lecturas, comprando en un centro comercial con su hijo mayor. Gracias a ello, sabemos cuál es la estrategia de la Grisso para esconderse de paparazzis: no maquillarse y dejarse el pelo al libre albedrío. Un disfraz que destierra a la estupendísima rubia que cada mañana nos cuenta la actualidad.
Su rostro en estas fotografías bien podría ser fruto de una mala noche, o de prisas a la hora de salir de casa. Y así, con las legañas intactas en los lagrimales, se planta la Grisso en la calle sin más remordimiento. El poco aseado pelo, recogido en una coleta y de abrigo, un jersey de la abuela. El vestido no fue mala elección, con ciertas edades una ya no puede permitirse el con la cara lavada y recién peiná.
La deliberaciones del jurado han sido duras y controvertidas, pero finalmente el vencedor en la batalla por el peor atuendo se va directo a Ubrique. El televisivo Jesulín sale presumiendo en Hola de casa, de vida, de frutero y de Campanario... pero desde luego, no de gusto en el vestir. Vale que, por muchas prendas íntimas que le lanzaran desde la plaza, el torero nunca ha sido un gentleman, pero sus modelitos en este publirreportaje no pueden quedar sin castigo.
Y es que, por muchos metros que tenga el chalé que muestran orgullosos, es imposible despegar la atención del cinturón trenzado que sujeta sus muy subidos pantalones vaqueros. ¡Qué colores tan varoniles! ¡Qué trenzado más chic! Lo cual, combinado con una camisa de cuadros, dota al modelo de un aire pueblerino, al que sólo le falta el sombrero de paja. Por mucho que pasemos páginas y páginas, y Jezulín suba a sus aposentos a cambiarse de ropa, la cosa no mejora. Se cambia la camisa, se cambia el jersey –para escoger uno de corte muy centenario- pero ¡El cinturón permanece! Jezulín, hazme caso, tu asesor estético quiere mucho a la Esteban.
Y debe ser que el diestro no tenía más armario que amortizar, así que le tuvieron que dejar de prestao un par de prendas. Y así le sientan. El pantalón remangado, la pose forzada...vamos, como la Preysler con un chándal.
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